Zoológicos batallan para alimentar a sus animales

Tribune Content Agency

OAKLAND, California — Mientras que los animales en los parques nacionales y estatales desiertos parecen prosperar sin la presencia de gente, muchos en el zoológico de Oakland parecían aburridos sin las multitudes.

El lunes por la mañana, una pareja de leones de montaña se acurrucaban perezosamente en una hamaca, mientras que una pareja de gibones, Rainer y May, cantaban antes de tumbarse abatidos en las altas ramas del olmo chino al que llaman hogar.

Desde el 17 de marzo, el Zoológico de Oakland, un parque de vida silvestre de 100 acres, está cerrado a los visitantes, por orden de los gobiernos estatales y locales que requieren que el público se refugie en sus hogares durante la pandemia de coronavirus.

Según los guardias del zoológico, solo las águilas calvas, y tal vez los lobos, parecen disfrutar de la soledad.

“Las águilas están usando partes del recinto que nunca antes les hemos visto usar”, indicó Joel Parrott, el presidente y jefe ejecutivo del zoológico,

El lunes, un águila calva que descansaba en esta área recién descubierta, cerca del paseo peatonal, se retiró para esconderse en la cubierta de los árboles cuando un visitante se acercó.

Los más de media docena de cuidadores de zoológico entrevistados para este reportaje indicaron que los visitantes ofrecían una forma de estímulo a la mayoría de los animales.

Sin embargo, Leslie Storer (que el lunes lanzaba comida al recinto de los osos) también se preguntaba si los animales descansaban más porque estaban más relajados sin las multitudes normales.

“Es difícil saber de qué se trata”, dijo.

Mientras que los animales han tenido algún tiempo de descanso, los cuidadores, el personal veterinario y los administradores no han tenido el mismo lujo.

Según Parrott, cuesta aproximadamente 800 mil dólares al año alimentar a los animales y 24 millones de dólares al año administrar el zoológico. Encontrar ese dinero, mientras la asistencia es nula, es una tarea desalentadora.

Otros zoológicos de todo el país se enfrentan a retos similares. En el sur de California, San Diego Zoo Global, que opera el Zoológico de San Diego y una instalación hermana, el San Diego Zoo Safari Park, gastó alrededor de 231 millones de dólares en 2018 en el cuidado de los animales y en operaciones de exhibición. En 2018, la organización sin fines de lucro declaró ingresos de 342 millones de dólares, gran parte de los cuales desaparecerán, dependiendo del tiempo que los dos zoológicos permanezcan cerrados.

En Oakland, el zoológico calificó para un préstamo de ocho semanas como parte del Programa de Protección de Pagos Federales. Eso le permite al zoológico mantener una cuadrilla a tiempo completo de cuidadores, veterinarios y personal veterinario.

Pero eso aún los deja cortos. Para ayudar a cubrir parte del déficit restante, el zoológico ha lanzado un servicio en Facebook basado en suscripciones, que ofrece a los espectadores una mirada entre bastidores de los animales y el personal.

El lunes, un equipo de marketing del zoológico estaba filmando un episodio sobre el recorte de las pezuñas de las cabras en la granja de mascotas en la base de la colina.

Las cabras parecían encantadas de tener gente alrededor, corriendo hacia la valla cuando los visitantes se acercaban y balando hasta ser acariciadas.

Erin Harrison, vicepresidente de marketing y comunicación del zoológico, dijo que el espectáculo atraía a unos 100 suscriptores por día, a precios escalonados para miembros y no miembros.

Aunque eso ayuda un poco, encontrar comida se ha convertido en un desafío.

Los cuidadores dependen de los servicios de jardinería y poda para proporcionar “pastura” a los elefantes, las jirafas y los camellos; ramas de árboles, varas y pasto.

El personal depende ahora de las donaciones individuales de los vecinos, y las reservas se están agotando. Esto es especialmente cierto para las jirafas, quienes, a diferencia de los camellos, son muy quisquillosos con la pastura que comen.

“Deben estar lo más limpia posible”, dijo Alyssa Watt, mientras alimentaba a los camellos menos quisquillosos. “Las jirafas no lo comerán si tiene polvo, ceniza o incluso el más mínimo indicio de olor químico”.

Y comentó que lavar la pastura no ayuda. Aún así lo rechazarán.

La mayoría de los animales del zoológico son rescatados, recibidos de circos, dueños privados o, en el caso de los animales de la exhibición de California, encontrados huérfanos en la naturaleza.

Los cuatro osos grizzly, dos pares de cachorros, fueron encontrados en Alaska. Sus madres fueron asesinadas por ser osos “molestos”.

Y en el hospital veterinario del campus, cuatro loros habían sido llevados el día anterior, rescatados de Wildlife Waystation, una reserva de vida silvestre en Sylmar que se quedó sin dinero durante la reciente crisis económica.

Los loros estaban posados tranquilamente en algunas ramas, con sus plumas hinchadas, lo que sugiere un nivel de estrés y tal vez problemas de salud subyacentes, detalló Ilona Kovary, una cuidadora del hospital.

Las aves permanecerán aquí durante los próximos 30 días, en cuarentena apartadas del resto del zoológico, y atendidas hasta que se pueda encontrar un nuevo hogar para ellas.

Todos los animales traídos al zoológico deben estar en cuarentena durante 30 días, dijo Parrott, el director del zoológico y un veterinario de formación.

La propagación de enfermedades no es una nueva preocupación para el personal del zoológico. Aún así, están tomando precauciones especiales durante la pandemia de COVID-19, especialmente después de la noticia de que un tigre malayo del zoológico del Bronx fue infectado por un cuidador.

Todos los guardianes del zoológico el lunes llevaban cubrebocas.

Y en el hospital, donde una cachorra de león de montaña fue traída a principios de mes, el distanciamiento social y las medidas de cuarentena eran aún más estrictas. Se requiere un par de zapatos limpios si los visitantes se acercan a su jaula.

El animal, encontrado en un árbol en el área de Bakersfield, pesaba solo nueve libras cuando el zoológico la trajo.

Ahora pesa casi 24 libras, aunque alimentarla no es fácil: es extremadamente cautelosa con la gente, y por lo tanto es precavida al comer mientras alguien la está mirando.

El lunes gruñó y se escondió bajo un palé de madera mientras los visitantes intentaban observarla durante la hora de comer.

Pero tan pronto como se rindieron y se alejaron, salió corriendo y comió la comida y la leche que le habían dejado.

Como las águilas calvas y tal vez los lobos, esta cachorra parece más feliz sin gente alrededor.

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