Objeto de redadas de ICE tres veces, una inmigrante de Filadelfia trabaja para ayudar a otros que pudieran enfrentar la deportación

Tribune Content Agency

FILADELFIA — Para los migrantes en problemas, María Turcios es lo que sigue.

Lo que viene después de que los agentes federales de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por su sigla en inglés) los sacan de sus casas y los arresten, o después de que son liberados bajo fianza o con una orden del gobierno de que se presenten en la corte.

Turcios los acompaña: ofrece consejos sobre cómo navegar en un proceso legal complejo e intimidante, ayuda con la traducción cuando es necesario y, tal vez, lo más importante, brinda apoyo emocional constante con su presencia tranquila.

En los círculos de inmigración, su trabajo lleva el título de “acompañamiento”, una estrategia creciente de resistencia contra las políticas de la administración Trump. Para Turcios, es el llamado de Dios, apoyar a aquellos que de otra manera podrían enfrentar la maquinaria de la deportación solos.

Ella sabe lo que se siente cuando los agentes federales llegan a tu puerta. Su casa fue allanada por el ICE. No una vez, no dos, sino tres veces durante un periodo de cinco años, a partir de 2004. Deportaron a seis personas, incluido su hermano, que regresaron a su país de origen, Honduras, que está sumido en la pobreza y violencia.

“He vivido esta situación”, dijo Turcios, de 59 años. “Hay muchos sentimientos en mí, sentimientos de compasión”.

Turcios es la “organizadora de acompañamiento” del personal del grupo activista New Sanctuary Movement of Philadelphia (NSM), cuya misión es mostrar solidaridad con los inmigrantes, detener su remoción y servir como testigos en lo que llama “espacios de injusticia”.

Durante los últimos 18 meses, Turcios y el cuerpo de voluntarios que ella movilizó han acompañado a 350 personas a los tribunales o para reunirse con las autoridades gubernamentales. Ella está en la corte (inmigración, familia, tráfico, delincuencia) hasta cuatro días a la semana, y está trabajando para extender el programa más allá de Filadelfia a Media, Reading y York.

“No hay mucha gente que pueda hacer este trabajo, porque es muy intenso”, señaló Peter Pedemonti, codirector de NSM. “Pero ella es una roca, siempre habla de que para ella esto no es un trabajo, sino una vocación, que es una forma de vivir su fe”.

La semana pasada, a las 8 de la mañana de un miércoles lluvioso, Turcios llevó a dos madres, ambas de Guatemala y cada una con un hijo pequeño, al Edificio Federal Nix en Center City. Subieron en el ascensor cinco pisos hasta la sala de espera afuera del Tribunal de Inmigración.

Los 30 asientos estaban ocupados en su mayoría. Los niños estaban inquietos en los brazos de los padres. Los abogados entraban y salían. Nadie se veía feliz.

Seis aliados de NSM llegaron pronto.

Turcios invitó a todos a rezar. Varios hombres y mujeres en la sala de espera se unieron, inclinando la cabeza. Ella oró para que los jueces de inmigración fueran generosos con los acusados, que los abogados defensores fueran bendecidos con sabiduría.

La espera duró más de dos horas, pero la audiencia, una vez que se dio, fue rápida. Turcios se sentó detrás de las familias, ocasionalmente aclarando una palabra en español o poniendo su mano en un hombro.

Fue la primera audiencia para ambas familias, que buscan asilo. El juez Charles Honeyman confirmó las identidades y domicilios de las mujeres, les dijo que se beneficiarían de contratar a un abogado y advirtió que podrían ser deportadas si no se presentaban a su próxima audiencia, que estableció para el 16 de octubre.

Afuera, en la acera, las mujeres y sus hijos envolvieron a Turcios en un abrazo.

“Creo que ayuda a las personas, que se sienten muy solas”, dijo la maestra de enfermería Clare Brabson, de 57 años, una de las voluntarias. “Puedes ver los temores de las personas cuando están asustadas, y les sonríes, y eso ayuda”.

Turcios y otros activistas creen que el acompañamiento produce resultados, en forma de fianzas más bajas y resoluciones más favorables. Cuando aparece una multitud de simpatizantes en el tribunal, dicen, los jueces pueden ver que un migrante no es simplemente un expediente.

“¿El acompañamiento cambia el resultado de un caso? Probablemente no”, comentó Brennan Gian-Grasso, jefe del capítulo de Filadelfia de la Asociación Estadounidense de Abogados de Inmigración. “Pero el efecto es importante a mayor escala. Es probable que sea la única forma en que la comunidad de inmigrantes esté en la sala del tribunal. Representan nuestro interés en que nuestros vecindarios no se vean afectados y que nuestros vecinos nos sean removidos”.

La separación familiar se produce no solo en la frontera suroeste, sino en todo Estados Unidos, incluidas las grandes ciudades del este donde los padres indocumentados son deportados mientras sus hijos ciudadanos estadounidenses se quedan atrás.

En Filadelfia, una ciudad santuario que alberga una de las oficinas de ICE más agresivas de la nación, la administración de Kenney enfrenta y refuta las decisiones y órdenes de Trump sobre inmigración. La ciudad no ayuda a ICE, pero no puede detener su trabajo.

El año pasado, las autoridades federales arrestaron a 49 inmigrantes en la región de Filadelfia durante una operación de siete días dirigida a aquellos que habían cometido delitos, enfrentaban cargos criminales o habían sido deportados anteriormente. El año anterior, 107 migrantes del área fueron detenidos como parte de una limpieza nacional de cuatro días dirigida a 10 ciudades santuario.

El acompañamiento ha sido parte de los movimientos de defensa de los inmigrantes durante más de una década. Pero se ha ampliado significativamente durante los últimos años, ya que más inmigrantes indocumentados están siendo arrestados después de un contacto casual con las autoridades de inmigración y en lo que alguna vez fueron controles rutinarios, cara a cara con ICE. Pastores, abogados, activistas, miembros de la iglesia y jubilados se han convertido en aliados de los inmigrantes.

Hoy en día, los programas de acompañamiento operan en todo el país en lugares como la Ciudad de Nueva York, Denver, Oregón, Boston, St. Louis, Los Ángeles y Washington D.C. La Asociación Unitaria Universalista dirige “Love Resists”, y la Iglesia Católica lanzó esfuerzos piloto en San Francisco e Indianápolis el año pasado.

El movimiento incluso tiene su propia plegaria, escrita por un pastor de Boston.

Turcios confió en Dios cuando dejó Honduras en 1994. Con la tienda de su pueblo perdiendo dinero, ella y su esposo, René, decidieron que ella debería encontrar trabajo en Estados Unidos. Él se quedó en su país con sus hijos pequeños.

Desde Honduras, ella y otras 100 personas caminaron cinco horas hasta Guatemala, según lo relatado en (Dis)Placed Philadelphia por Al-Bustan Seeds of Culture. Viajaron más de una semana en autobuses y camiones a través de México, luego subieron a bordo de camionetas que los llevaron a la frontera de de EU. Turcios cruzó una carretera y entró al país.

Ella no conocía a nadie en este país. Pero un primo tenía un amigo en Filadelfia. Turcios se estableció en Kensington, encontró trabajo como costurera y enviaba su salario a su familia. Después de 18 meses, Rene la siguió.

Cuatro años después sus vidas cambiaron.

En octubre de 1998, el huracán Mitch azotó Honduras, matando a casi seis mil personas en lo que era el segundo país más pobre del hemisferio occidental. Parte de la respuesta del gobierno de los Estados Unidos fue otorgar a los hondureños en Estados Unidos, documentados y no documentados, lo que se llama Estatus de Protección Temporal (TPS). La medida humanitaria permite a aquellos cuyos países de origen han sido devastados por guerras, inundaciones, sequías o epidemias, actualmente unas 320 mil personas de 10 países, vivir y trabajar aquí.

María y su esposo calificaron. Compraron una casa adosada de tres pisos, y sus hijos vinieron al norte para estar con ellos.

Había nieve en el suelo esa mañana de enero de 2004, recordó Turcios. Su marido ya se había ido a trabajar.

A las 6 de la mañana, dispuesta a salir hacia su propio trabajo, Turcios abrió la puerta para encontrar a varios hombres parados allí. No habían llamado a la puerta. No llevaban uniformes de policía, dijo, pero mostraron una identificación oficial.

Los hombres pidieron registrar la casa. Ella aceptó.

Solo al final de la búsqueda, cuando los hombres le mostraron una foto de la persona que buscaban, quien no vivía allí, Turcios se dio cuenta de que eran agentes de inmigración. Para entonces, su hermano y dos yernos estaban esposados.

Los tres eran indocumentados. Los ciudadanos extranjeros no son elegibles para TPS si aún no viven en EU al momento en que el desastre afecta a su país natal.

Un yerno fue liberado con una fianza de 10 mil dólares. Su hermano y otro yerno pasaron tres meses en detención antes de ser deportados a Honduras.

“No había nadie para ayudarnos”, comentó Turcios. “No había organizaciones que nos ayudaran a conocer nuestros derechos. Este dolor que sucedió, para mí, fue como una muerte”.

La familia se mudó a una parte diferente de Kensington, alquilando su casa adosada. ICE llegó a ambos lugares; tres hondureños en la casa alquilada fueron arrestados y deportados. La tercera vez que apareció ICE, arrestaron al cuñado de Turcios.

El trauma personal de esos arrestos surge cada vez que una familia migrante pide ayuda a NSM después de que un ser querido ha sido detenido.

“Veo la diferencia cuando la gente tiene a alguien allí que puede ayudarlos, que entiende, que tiene una palabra de fe, porque cuando eso me sucedió, no tenía a nadie que me escuchara”, dijo Turcios. “Le cuento mi experiencia a la gente y pueden dejar atrás su miedo a expresarse”.

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