Para los migrantes transexuales que huyen de las amenazas de muerte, el asilo en EU también es riesgoso

Tribune Content Agency

MATAMOROS, México — Como ha sucedido con tanta frecuencia en su vida, Mayela Villegas volvió a enfrentar la amenaza de la violencia.

Era la última hora de una tarde de septiembre y estaba sola. Cientos de otros solicitantes de asilo que acampaban al pie del puente fronterizo México-Estados Unidos descansaban antes de que los voluntarios llegaran con la cena.

De repente, una compañera migrante centroamericana apareció en su tienda, gruñendo amenazas.

“No quiero ningún problema”, le dijo Villegas, una figura delgada con largo cabello castaño y lápiz labial rojo.

“¿Qué problemas?”, cuestionó la mujer. “El único problema sería tomar un cuchillo y destriparte. No serías el primero ni el último. No vales nada, eres una molestia. Nunca te compararás conmigo porque yo tengo una vagina y tú no”.

Villegas es transexual. Se había quedado en el puente con la esperanza de obtener asilo en los Estados Unidos para escapar de tales amenazas.

La mujer hondureña que la amenazaba estaba saliendo con un miembro de un cártel mexicano de drogas. Villegas intentó apaciguar a la mujer reconociendo que tenía amigos poderosos, incluso mientras Villegas grababa en secreto su encuentro en un teléfono celular.

“Sí”, masculló la mujer antes de irse a su tienda cercana. “Sabes cómo va a terminar esto”.

Los estudios muestran que los migrantes LGBTQ se encuentran entre los más vulnerables, los más propensos a ser agredidos y asesinados: el 88 por ciento fueron víctimas de violencia sexual y de género en sus países de origen; dos tercios sufrieron ataques similares en México, según un estudio de 2017 realizado por el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

Los inmigrantes no mexicanos que solicitan asilo ahora deben esperar las audiencias en los tribunales de inmigración de los Estados Unidos al sur de la frontera según el programa “Permanecer en México” de la administración Trump. Una vocera del Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés) dijo que los solicitantes de asilo podrían ser retirados del programa y autorizados a ingresar a los Estados Unidos si tienen “más probabilidades de sufrir persecución o tortura en México”.

De hecho, algunos migrantes transexuales han sido liberados o colocados en detención en Estados Unidos, pero muchos más solicitantes de asilo LGBTQ han sido incluidos en listas de espera o regresados ??a México durante meses. Docenas de solicitantes de asilo LGBTQ en Ciudad Juárez, Matamoros y Tijuana revelaron en entrevistas que los funcionarios de inmigración de Estados Unidos les dijeron que no estaban exentos de “Permanecer en México”.

Villegas, una estilista de 27 años originaria de El Salvador, buscó refugio por primera vez en Estados Unidos hace cinco años. Entró al país a través de Tijuana, pero fue deportada. Dos años más tarde regresó, solo para ser deportada nuevamente por un juez que no creía que fuera salvadoreña o transexual, según documentos judiciales que conserva en su poder.

Villegas dijo que ella y una amiga transexual fueron secuestradas en la ciudad de Tapachula, en el sur de México, por hombres que las desnudaron y las violaron repetidamente. Villegas, quien abandonó la universidad para ayudar a mantener a su familia, logró escapar y regresar a casa, solo para ser agredida y forzada a prostituirse por miembros de pandillas salvadoreñas. Denunció los ataques a la policía y a Amnistía Internacional, testificando en una conferencia de derechos humanos. Pero después de recibir una amenaza de muerte de la pandilla en mayo, se dirigió al norte nuevamente, con la esperanza de reunirse con su tía, residente legal en Houston. Villegas relató que su familia la aceptó como transexual. Su tía, estilista también, la ayudaría a encontrar trabajo y le haría espacio en su casa suburbana. Pero la tía, quien es conservadora, también la llamaría por su nombre masculino, la presionaría para que asistiera a la iglesia y la criticaría si usaba vestidos llamativos o algo demasiado femenino.

En Matamoros, Villegas esperó tres semanas antes de que se le permitiera cruzar el puente fronterizo hacia Brownsville, Texas, y solicitar asilo. Los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza pudieron ver por su identificación que ella era transexual. Cuando preguntó si había excepciones en el programa Permanecer en México para migrantes transexuales, “dijeron que eso sucedería en mi audiencia en la corte”.

La enviaron de regreso a México el mismo día. Su audiencia de inmigración en Brownsville no será hasta el 9 de diciembre.

“Podría morir antes de eso”, indicó.

Migrantes que se bañaban en el cercano Río Bravo en septiembre encontraron el torso de un hombre cuyas extremidades y cabeza habían sido cortadas. Villegas pensó mucho en su propia muerte.

“¿Dónde me enterrarán?”, se preguntó en voz alta. “¿Lo sabrá mi madre?”

El 1º de septiembre, ella y media docena de migrantes LGBTQ, acompañados por activistas legales estadounidenses, entraron al puente y enfrentaron a los funcionarios de aduanas, exigiendo que los excluyeran del programa “Permanecer en México”. Fueron enviados de regreso a Matamoros. A medida que pasaban las semanas, la vida en el campamento empeoró. Los migrantes arrojaban basura a una pila negra y fétida junto a la tienda de Villegas. La mujer que la había amenazado siguió dando vueltas. Villegas se preguntaba si sería atacada. “A veces pienso en el suicidio”, reveló.

Ella no consideró usar ropa de hombre o actuar como un macho para mezclarse.

“Soy una mujer”, afirmó. “No puedo renunciar a lo que soy”.

Villegas tiene una cara y senos suaves, ya que ha tomado medicamentos bloqueadores de hormonas desde los 16 años. Soñaba con someterse a una cirugía de cambio de género una vez que llegara a los Estados Unidos y encontrara trabajo. Dijo que quería ser libre para caminar por las calles sin miedo, “para terminar mi transición y no ser perseguida por nadie más”.

Aunque su audiencia estaba a semanas de distancia, un abogado de inmigración le ofreció acompañarla a cruzar el puente para intentar una solicitud de asilo en octubre. Días después, escuchó que el candidato presidencial Julián Castro, que trabajaba con el Proyecto de Derechos Civiles de Texas, venía a Matamoros para escoltar a otros solicitantes de asilo LGBTQ a través del puente.

Villegas se preguntó qué aumentaría sus posibilidades de asilo. ¿Cruzar sola o con sus amigos?

En su tienda de campaña la noche antes de que debía cruzar, empacó dos pequeñas maletas y envió un mensaje a otros solicitantes de asilo LGBTQ por WhatsApp.

“¿Qué harían en mi lugar?” les preguntó.

No está claro cuántas personas LGBTQ se encuentran entre los 54 mil solicitantes de asilo que regresaron a México o los 26 mil más en listas de espera para solicitar asilo. Cuarenta y cinco legisladores del Congreso escribieron a los funcionarios de Seguridad Nacional en junio, exigiendo que aclaren la política de “Permanecer en México” para los migrantes LGBTQ y detallen cuántos han sido devueltos.

“Obligarlos a permanecer en México o crear dificultades adicionales en su proceso de asilo solo los hace más susceptibles a la misma violencia que los obligó a abandonar sus países de origen”, escribieron los legisladores.

El subsecretario adjunto de Seguridad Nacional, James McCament, se negó a revelar detalles, citando demandas judiciales que desafían al programa “Permanecer en México”. “Pero quiero reiterar el compromiso del DHS con la implementación responsable de este programa, ya que se aplica a todas las poblaciones, incluidos los solicitantes de asilo (LGBTQ) y otras poblaciones vulnerables”, escribió en una carta a los legisladores en julio.

El mes pasado, el representante Raúl M. Grijalva, demócrata por Arizona, indicó que estaba redactando una carta de seguimiento a Seguridad Nacional exigiendo que revelara información.

“Vamos a presionar nuevamente”, dijo en una entrevista. “La vulnerabilidad de los solicitantes de asilo LGBTQ es histórica en este país, así como en América Latina. Queremos alguna respuesta y reconocimiento de que eso es cierto, y qué harán al respecto”.

La representante Nanette Barragán, demócrata por California, quien forma parte del Comité de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes, comentó: “Necesitamos obtener algunas respuestas y algunas definiciones claras de quién califica, y debemos presionar para que las poblaciones vulnerables califiquen para quedar exentas.”

Los migrantes LGBTQ enfrentan presiones en toda la frontera entre Estados Unidos y México.

En Ciudad Juárez, más de 800 millas al oeste de Matamoros, el único refugio para migrantes LGBTQ no cuenta con financiamiento constante, carece de vidrios y sus muros se están desmoronando. En algunos lugares, el techo ha cedido y está remendado con bolsas de basura que no evitan que caiga el agua cuando llueve.

La enfermera transexual Grecia Herrera Alvarado fundó el refugio el año pasado y lo llamó Respetttrans “porque queremos respeto, respeto a nuestra identidad”. A diferencia de los refugios para inmigrantes religiosos en Ciudad Juárez, ha recibido pocos fondos del gobierno mexicano, señaló.

Un día de septiembre, el refugio albergaba a unas 50 personas, una docena de ellas LGBTQ. Los niños en un sofá hecho jirones se reían mientras señalaban un cartel que mostraba a docenas de migrantes transexuales que se habían hospedado en el refugio, incluidos dos que murieron después de cruzar la frontera y enfermarse en los centros de detención de Inmigración y Aduanas de EU.

Cada día llegaban más migrantes. Pronto, las temperaturas comenzarían a bajar a medida que se acercara el invierno. Herrera necesitaba arreglar el techo y las ventanas antes de eso, pero un sitio web de GoFundMe solo había recaudado lo suficiente para cubrir los gastos mensuales.

“A veces me canso”, confesó. “Al ver la muerte de mis hermanas; cuando veo la casa, la condición en que nos deja el estado; que no le importamos a nadie”.

Una semana antes, dos mujeres transexuales que ella conocía habían sido encontradas muertas en un viaducto cercano, con disparos y cuchilladas. Cinco habían sido asesinadas en Ciudad Juárez en el último mes, notificó.

La transexual hondureña Courtney Collins ha estado esperando en el refugio para solicitar asilo en Estados Unidos durante seis meses, temerosa de salir. Collins, de 20 años, dijo que su madre murió cuando ella era pequeña y que los familiares que la criaron la echaron a los 14 años después de que la sorprendieron vistiendo ropa de mujer.

Al igual que muchos migrantes LGBTQ en el refugio, Collins tenía parientes en los Estados Unidos, incluso en Los Ángeles. Ella los contactó por teléfono, pero dijo que se negaron a ayudarla porque son conservadores, pentecostales.

“Mi tía me dijo que la única forma en que podría recibirme es si soy un buen hombre y tengo una mujer y empiezo a tener hijos”, subrayó Collins.

Ella se rehusó.

“Dije: ‘Esa no es la vida que quiero’”, recordó Collins. “Y ella respondió: ‘Arde en el infierno’”.

Collins estaba emocionada ante la perspectiva de ingresar a los Estados Unidos, pero le preocupaba que pudiera enfermar o ser agredida mientras estaba detenida.

“No tenemos mucho para defendernos”, comentó sobre los migrantes transexuales. “Solo estamos buscando un lugar donde podamos ser quienes realmente somos”.

Los migrantes en el refugio procedentes de Cuba, El Salvador y Honduras declararon que habían sido violados en sus países de origen, atacados porque eran LGBTQ.

Los solicitantes de asilo LGBTQ en Matamoros afirman lo mismo.

Andrea, de 24 años, huyó de El Salvador en junio con su novia de mucho tiempo y la hija de esta de nueve años después de ser acosada por un vecino. Andrea, quien se negó a dar su nombre completo, dijo que cuando le reportaron a los agentes de la Patrulla Fronteriza que eran una pareja, los agentes se rieron y las detuvieron por separado.

“Dijeron que eso no vale nada”, comentó.

A su novia se le permitió ingresar a los Estados Unidos con su hija, y se fueron a vivir con su hermana en Iowa. Andrea fue devuelta a México.

En cuanto a Villegas, decidió cruzar el puente sola. El 5 de octubre abrazó a otros migrantes LGBTQ frente al puente y le ofrecieron consejos sobre cómo actuar con los funcionarios de aduanas.

“Cuando hables, usa una voz firme. No llores”, recomendó uno.

Villegas asintió con la cabeza. Mientras se acercaba al puente, se colgó la espalda una bolsa rosa con el letrero en español, “Donde hay una mujer, hay ilusión”.

Jodi Goodwin, su abogada, se detuvo para consultar con ella. “Mayela, sabes todas las consecuencias”, le advirtió en español.

Villegas asintió.

“Tienes que ser muy firme con ellos”, sugirió Goodwin.

Cuando se acercaron al centro del puente, Goodwin se detuvo nuevamente con Villegas para rezar, y terminó con: “Dios, escúchanos”.

Luego, Goodwin presentó a su cliente a la media docena de agentes de aduanas estadounidenses estacionados en el centro del puente. Estos convocaron a un supervisor. Momentos después, escoltaron a Villegas al puerto de entrada de EU.

Villegas fue entrevistada como le había ocurrido a sus amigas LGBTQ: por teléfono, por un oficial de asilo. A diferencia del que la entrevistó antes, este agente era comprensivo; reveló que tenía un pariente gay.

Villegas le contó que había sido amenazada en el campamento, que ella había grabado el encuentro, lo reportó a la policía y obtuvo informes policiales.

El oficial escuchó y luego emitió un fallo: Villegas podría permanecer en Estados Unidos mientras su caso de asilo está pendiente. Se le permitió contactar a su tía, quien le compró un boleto de autobús a Houston. A la mañana siguiente, estaba en camino.

Pero al día siguiente, ocho de sus amigas LGBTQ intentaron cruzar el mismo puente con Castro. Ellas también fueron entrevistadas por un oficial de asilo. Pero este, les dijo que no había excepciones para el programa “Permanecer en México” para los migrantes LGBTQ. Explicaron que les comentó que si se sentían inseguras en Matamoros, deberían mudarse a algún lugar “con más homosexuales”, como la Ciudad de México.

Los ocho migrantes fueron devueltos a México.

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