Pareja describe cómo enfrentaron el coronavirus en casa

Tribune Content Agency

BALTIMORE — Entre las largas horas de sueño de él, la búsqueda de respuestas en línea de ella, las comidas forzadas que él que no le sabían a nada y la limpieza, el cocinar y el cuidar de él lo mejor que podía, había una preocupación constante e implacable, que los royó durante días mientras permanecían aislados en su apartamento de Baltimore, esperando que la respiración de él se debilitara.

“Hubo unas 72 horas que fueron realmente aterradoras, porque no podíamos saber hacia dónde iba esto, y yo no sabía qué hacer”, dijo Fagan Harris, un líder local de una organización sin fines de lucro que dio positivo en una prueba de coronavirus el mes pasado.

“Solo intento respirar”, le decía a su pareja y cuidadora, Meryam Bouadjemi, cuando un día lo encontró con la mirada perdida en la pared. “Estoy tratando de evaluar si esto está empeorando, y tenemos que ir al hospital”.

Para mucha gente de la ciudad y del mundo, la lucha contra el coronavirus es así: una existencia confinada en casa donde hay poco que hacer sino esperar, con la esperanza de ser tú quien derrote al virus y no al revés.

Con un sistema de salud en tensión, pacientes como Harris, de 33 años, son enviados a casa, o se les ordena que se resguarden allí, a pesar de la fiebre alta, los escalofríos, la tos feroz y la falta de aliento a un paso de ser alarmantes. El virus mina tu fuerza pero se considera manejable, hasta que no lo es.

“Esa es la prueba”, le dijo a Harris un amigo médico de confianza. “Si puedes respirar”.

Pasar días con los nervios de punta por una función humana tan vital fue quizás la peor parte de todo el episodio, reveló Harris, quien ahora está en recuperación. Pero en términos más generales, la experiencia fue definida, tanto para él como para Bouadjemi, por la complicada logística de estar bajo cuarentena y una experiencia profundamente confusa con el sistema de atención de la salud, una que los dejó cada vez más preocupados por otros que carecen de los recursos, la cobertura de salud y las redes de apoyo de las que ellos dependieron en gran medida.

“Nuestro éxito en involucrar al sistema de atención de salud convencional fue limitado, y en cambio, nuestra orientación más útil provino de nuestra red social”, señaló Harris.

Es una observación que ha ayudado a dar forma a los planes de Harris para seguir adelante, al otro lado de su enfermedad, como una de las más de 10 mil personas en Estados Unidos y 240 mil a nivel mundial que se han recuperado del virus y que podrían tener alguna resistencia al mismo.

Por casualidad o por el destino, Bouadjemi, de 31 años, cree que también pertenece a ese grupo, aunque carece de un diagnóstico y nunca tuvo síntomas intensos. También quiere ayudar, una vez que se levante la cuarentena.

Ninguno de los dos sabe con seguridad cómo terminaron enfermos, pero tienen sus sospechas.

Para Harris, el presidente y director ejecutivo de Baltimore Corps (que trabaja para atraer a personas con talento a puestos de servicio público en la ciudad) todo comenzó con escurrimiento nasal y lo que él pensó que era un resfriado el 7 de marzo, cuatro días después de haber hecho de jurado en una sala con algunos compañeros de apariencia enferma, dijo.

Para el 10 de marzo, cuando su oficina ya se había trasladado a laborar remotamente, comenzó a tener “síntomas de una gripa fuerte”, incluyendo “muchos escalofríos, fiebre y sudoración mientras dormía”, reportó. “Pensé que había algo malo en mi colchón, me dolía mucho el cuerpo”.

Bouadjemi, que cursaba estudios de posgrado en producción de espectáculos en la Universidad de California del Sur, ya había estado enferma al otro lado del país, tras entrar en contacto con un profesor que ella cree que también estaba enfermo.

Bouadjemi tenía “fiebre baja y cansancio”, y una migraña que le duró 18 horas, dijo, pero la peor de todo desapareció después de uno o dos días. Se había puesto bajo cuarentena durante más de dos semanas. Y luego, después de que su universidad cambiara a cursos por internet, decidió volver a Baltimore, envolviéndose en un “traje para materiales peligrosos” hecho en casa para el viaje, relató.

Cuando llegó a su apartamento y al de Harris en Mount Vernon el 13 de marzo, él ya estaba en plena enfermedad. Y aunque ella no tenía un diagnóstico para su propio padecimiento, sintió que probablemente ya tenía el virus, y se dedicó a cuidar de él.

“Me arriesgué a estar en este pequeño espacio con Fagan por completo porque supuse que tenía inmunidad”, aseveró. “Me sentí muy agradecida de estar en una posición en la que podía cuidar de él”.

A medida que pasaban los días, Harris, que tiene asma inducida por el ejercicio pero que no había necesitado un inhalador durante años, empeoró, y “los síntomas pulmonares realmente comenzaron a aumentar”.

En la mañana del 19 de marzo, él supo que algo andaba muy mal.

“Me desperté, miré a Meryam y le dije: ‘Tengo que ir al hospital. No puedo caminar al baño sin sentir que me voy a desmayar por no poder respirar’”.

Los días siguientes fueron un confuso desenfoque de consejos médicos contradictorios de su médico de cabecera en Chase Brexton y del personal del Centro Médico Universitario de Maryland (UMMC), donde fue remitido para una radiografía de tórax. Al principio, se le recetó un antibiótico para la neumonía, pero lo dejó días después cuando su prueba del coronavirus dio positiva, dijo. Los funcionarios del hospital le indicaron que no necesitaba una radiografía, a pesar de la recomendación anterior de su médico.

Y aunque le sugirieron que se dirigiera a casa y se resguardara allí, las instrucciones no le aconsejaron mucho sobre la mejor manera de hacerlo, comentó.

Tanto UMMC como Chase Brexton se negaron a comentar la experiencia de un paciente específico.

La pareja comenzó a contactar a familiares y amigos en el campo de la medicina, sin estar seguros de la mejor manera de tratar los síntomas de Harris mientras estaban en cuarentena. Bouadjemi se puso en contacto con su prima, una enfermera practicante. Harris, que es miembro del consejo de administración del Hospital Bayview de Johns Hopkins, se puso en contacto con el doctor Richard Bennett, presidente del hospital, quien mencionó que Harris era uno de los cuatro amigos y colegas con coronavirus cuyo progreso él había estando monitoreando en las últimas semanas.

Le preguntaron sobre los medicamentos recetados que Harris tomaba, la frecuencia con la que debía usar el inhalador y el supresor de la tos que le daban, y los mejores alimentos que podía comer para poder vencer en la lucha.

Además del asesoramiento médico, Harris y Bouadjemi recurrieron a amigos y familiares de Baltimore y la región circundante para que les ayudaran de otras maneras, como llevarles alimentos, medicamentos y un termómetro, ya que no podían salir de su apartamento.

El apoyo “resultó absolutamente esencial para mi recuperación”, puntualizó Harris.

A medida que sigue sintiéndose más fuerte, él y Bouadjemi dijeron que ahora temen por otros que tal vez no tengan tantos recursos a su disposición, e instaron a cualquier persona que esté en condiciones de ayudar a otros a través de tal experiencia a que lo haga.

“Las instituciones y las redes de personas con acceso a la experiencia, los conocimientos y la perspicacia deben hacer todo lo posible por estar a disposición del mayor número de personas posible, de modo que la gente pueda beneficiarse de una base responsable de conocimientos y apoyo”, señaló Harris. “Sin ella, me temo que los juicios individuales, o los errores de cálculo reales en los juicios, podrían conducir a resultados trágicos innecesarios”.

Harris añadió que Baltimore Corps ya “cambió todo su capital humano” para responder a la pandemia, y está trabajando para llenar una serie de puestos relacionados en la ciudad, desde enfermeras a trabajadores sociales y empleados de reparto de alimentos.

Una vez que salga de la cuarentena, continuó, planea usar su experiencia (y cualquier resistencia al virus de que pueda disfrutar) para estar en el frente de la batalla, ayudando a otros como a él le ayudaron.

“Todos tenemos este comprensible miedo al COVID, pero siento que no puedo tener miedo, tengo que luchar y estar ahí fuera para ayudar a la gente, porque muchos necesitan ayuda”, dijo. “Este es un momento en el que todos tenemos que unirnos para hacerlo”.

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