La vida y la muerte de Lowrider: Cómo la revista de coches chicana dio forma a California

Tribune Content Agency

LOS ÁNGELES — A Jerry Navarro no le importaba tener un teléfono cuando era niño. Él quería un coche. Pero lo que realmente quería era un lowrider: un Chevrolet Impala blanco de 1958 descapotable con capota dura e interior rojo.

Así que empezó a leer la revista Lowrider alrededor de 1985 en su ciudad natal del Este de Los Ángeles para satisfacer sus fantasías de ser dueño de un coche. Más tarde, cuando comenzó a trabajar en la industria automotriz, la revista se convirtió en una rica y vital fuente de información sobre el mundo de los autos.

“Querías ver cuál era el coche más de moda, quién vendía qué, qué neumáticos eran los mejores y quién fabricaba un buen interior. En aquel entonces no había teléfonos (inteligentes), así que había que sacar información de las revistas”, recordó el técnico de 45 años de edad de Chuy’s Auto Electric Shop en el Este de Los Ángeles.

Sin embargo, esos días pronto terminarán. Lowrider, un ícono de la cultura chicana por más de 40 años que ofrecía una mezcla de contenido cultural y político junto con fotografías de autos antiguos únicos, dejará de imprimirse.

La revista es uno de los 19 títulos que TEN: The Enthusiast Network cerrará a fin de año, anunció la compañía de medios de comunicación el 6 de diciembre.

“En pocas palabras, necesitamos estar donde está nuestra audiencia”, escribió el presidente y director general del Grupo MotorTrend, Alex Wellen, en un memorándum obtenido por Folio. “Millones de fans visitan las propiedades digitales de MotorTrend cada mes, con la gran mayoría de nuestro consumo en celulares, y tres de cada cuatro de nuestros visitantes prefieren el contenido digital al impreso”.

Un vocero del Grupo MotorTrend no quiso comentar el futuro digital de Lowrider, pero emitió un comunicado a The Times.

“Seguimos comprometidos con proporcionarle a nuestros fans y anunciantes narración y periodismo automovilístico de calidad en todas nuestras plataformas de contenido y estamos duplicando nuestras mejores experiencias de productos digitales, mientras mantenemos nuestro apoyo a las tres marcas más populares, rentables y estratégicas en el ámbito digital e impreso – MotorTrend, Hot Rod y Four Wheeler”, indica la declaración.

TEN Publishing, el Grupo MotorTrend y el personal de Lowrider no hicieron más comentarios sobre el cierre.

Durante décadas, Lowrider desempeñó un papel fundamental en la formación de la cultura y la imagen del lowriding, su estilo de vida y su estética. Particularmente popular entre los mexicano-americanos, la revista fue tanto una declaración sobre la identidad chicana como sobre los largos autos antiguos achaparrados.

Lowrider se publicó por primera vez en 1977, fundada por los estudiantes de San José State, Larry González, David Núñez y Sonny Madrid (Núñez murió en 2011, Madrid en 2015). Con la misión compartida de presentar a la comunidad lowrider chicana, el trío aportó unos cuantos miles de dólares cada uno para hacer despegar la revista y distribuyó sus primeros ejemplares (aproximadamente mil) en enero de ese año.

La publicación tuvo dificultades al principio. El crecimiento fue lento, pero las ventas aumentaron cuando Lowrider comenzó a presentar modelos en bikini en sus portadas a finales de 1979.

Para Navarro, las mujeres en bikini formaban parte del atractivo de la revista.

“Solía haber muchas chicas guapas en la revista”, mencionó en una entrevista telefónica. “La mentalidad de entonces era: ‘Cuanto más bonito sea el coche, más bonita será la chica que consigas'”. Esa combinación de autos y mujeres hermosas, dijo, “era hermosa”. (La publicación dejó de presentar mujeres con poca ropa en sus portadas hace varios años.)

Figuras como el ex-campeón olímpico de boxeo Paul Gonzáles, el legendario dúo de comediantes Cheech y Chong y los raperos Ice Cube y Snoop Dogg también aparecieron en la portada de la revista.

En su primera generación, Lowrider fue más que una simple revista de coches. Capturaba momentos históricos dentro de la comunidad chicana. Para una de sus secciones regulares, “Lowriders del pasado”, los lectores enviaban fotos de miembros de la familia posando con sus autos antiguos personalizados de la época de los pachucos en la década de 1940. Otra sección, “La Raza Report”, presentaba artículos sobre acontecimientos políticos o educativos en la comunidad. La revista también publicaba una columna de consejos tipo “Dear Abby” de poesía y cuentos cortos.

“Era realmente una revista de arte, una revista de historia de la comunidad, alrededor del amor a los <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>lowriders”, detalló Denise Sandoval, una experta en lowriders y profesora de Estudios Chicanos y Chicanas en Cal State Northridge. Incluso financió un programa de becas para estudiantes latinos.

Aunque el mensaje político y social de la revista eventualmente disminuyó, continuó celebrando y elevando a una comunidad que de otra manera sería pasada por alto y poco representada.

“En el fondo, ha sido una herramienta clave para mantener vivo el chicanismo y la identidad chicana”, argumentó Sandoval. “He conocido a mucha gente que no es chicana, que por ser parte de la comunidad lowrider, se entera de la historia chicana a través de esa revista”. Lowrider también desafió las percepciones negativas y estereotipadas de los <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>lowriders como matones y miembros de pandillas.

En la década de los 80, el número de lectores de la revista, mayoritariamente latinos, comenzó a cambiar. Hombres blancos, asiáticos y afroamericanos se sumergieron en el mundo del <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>lowriding y tomaban la revista de los estantes; se convirtió en un éxito multicultural.

Pero su aumento de popularidad fue agridulce, otros se dieron cuenta de su creciente éxito y crearon sus propias revistas, lo que se convirtió en una fuente de atracción para el público de Lowrider. En diciembre de 1985, la revista había quebrado.

Fue revivida de la bancarrota en 1988 por su diseñador, Alberto López; su hermano, Lonnie (el ex editor de la revista); y el cofundador González, quien trasladó su sede más cerca del corazón de la comunidad Lowrider: el sur de California. El astuto equipo notó la creciente popularidad de las minicamionetas importadas y comenzó a dedicarles gran parte de su contenido.

Para el otoño de 1988, Lowrider alcanzó los 60 mil ejemplares en ventas mensuales en los quioscos; para el año 2000, se encontraba entre las revistas automotrices de quiosco más vendidas del país, con una circulación mensual promedio de unos 210 mil ejemplares.

“Fue el santo grial de los <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>lowriders en los años 80 y 90″, dijo Adán Olivares, de 40 años, un fotógrafo de Santa Ana que fue un devoto lector de la revista. Cada cuarto jueves del mes, el Olivares adolescente acudía a su 7-Eleven más cercano para comprar la nueva Lowrider. Leía cada edición de cabo a rabo antes de insertarla en una cubierta de plástico protectora. A lo largo de los años, acumuló cientos de revistas y llenó innumerables cajas con ellas.

A medida que la revista aumentaba su audiencia, se convirtió en un imperio, agregando títulos derivados a su conglomerado (incluyendo Lowrider Arte y Lowrider Japan), lanzó el sello musical Thump Records y estableció una sucursal de comercialización y una división de eventos que patrocinaba exposiciones de autos ampliamente populares en todo el país.

Lowrider Publishing Group fue comprado en 1997 por McMullen Argus Publishing, que a su vez fue adquirida por Primedia en 1999. En 2007, Lowrider fue adquirida por Source Interlink Media, conocida ahora como TEN Publishing.

Si bien el cese de la impresión de Lowrider marca el fin de una era, representó y cimentó lo que Sandoval llamó “los códigos del Boulevard”: Orgullo, respeto, corazón, familia, hermandad”.

En palabras del prominente fotógrafo callejero de Los Ángeles, Estevan Oriol, quien ha capturado el mundo del lowrider desde principios de los 90, “esta pérdida no afectará a la comunidad”. Con la ayuda de las redes sociales y los innumerables clubes de automóviles que existen, aficionados como él mantendrán juntos el legado cultural que Lowrider dejó a su paso.

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