“Las prisiones son fábricas de bacterias”; los reclusos ancianos están en más riesgo de enfermarse

Tribune Content Agency

HUNTSVILLE, Texas — Aquí en la unidad de la prisión Estelle, la mayoría de los reclusos varones del dormitorio geriátrico se enfrentaron por primera vez a la ley hace años o incluso décadas, condenados por delitos que van desde el asesinato y los delitos sexuales a la falsificación y la reincidencia por conducir bajo los efectos de sustancias.

Hoy en día, cualquier indicio externo de amenaza se ha evaporado. Los prisioneros de cabello blanco, frágiles y a menudo dependientes de bastones o sillas de ruedas, viven en pequeños cubículos rectangulares y mientras pasan los días en una incesante similitud.

A medida que la pandemia de coronavirus recorre el mundo, los defensores de los presos advierten de la posibilidad de un brote desastroso entre los reclusos. Los ancianos son los más vulnerables, y la población reclusa de Estados Unidos está envejeciendo. Las cárceles y prisiones, lugares abarrotados donde el distanciamiento social es casi imposible, son caldo de cultivo para enfermedades contagiosas.

“Estas prisiones son fábricas de bacterias”, señaló Rick Raemisch, consultor y ex director ejecutivo del Departamento de Correccionales de Colorado. “No creo que la gente entienda la gravedad de lo que va a pasar si esto se presenta en una prisión, y creo que es inevitable. Verán una devastación increíble”.

Reclusos de Nueva York dieron positivo en Rikers Island y en un centro de detención regional en Brooklyn. El Departamento de Justicia Criminal de Texas reportó sus dos primeros casos positivos de COVID-19 esta semana: un recluso y un empleado. Un preso de 37 años ha sido aislado médicamente, y otros presos y empleados que pudieron haber tenido contacto con él están siendo restringidos médicamente. Al empleado bajo contrato se le ordenó que se pusiera en cuarentena, y se sospecha tuvo contacto con otros trabajadores y reclusos de la prisión, pero hasta ahora ninguno de ellos ha desarrollado síntomas.

Aunque las prisiones estatales han resistido los llamados a liberar a los reclusos, varias grandes jurisdicciones de condados y municipios han liberado a cientos de reclusos considerados de bajo riesgo, incluidos los ancianos y las personas con mala salud.

Nueva Jersey planea liberar hasta mil personas de sus cárceles de condados, incluidos los reclusos encarcelados por violaciones de la libertad condicional y los condenados por delitos de bajo nivel. El alcalde demócrata Bill de Blasio enunció el lunes que la Ciudad de Nueva York podría liberar a más de 200 reclusos, según informes de prensa. El Condado de Los Ángeles y el de Cuyahoga en Ohio también han liberado prisioneros.

Los grupos de defensa de los prisioneros en más de media docena de estados, incluidos Texas, Nueva York, Illinois, Pensilvania, Indiana y Michigan, han pedido a los gobernadores que liberen a los encarcelados del estado, especialmente a los ancianos, a través de la liberación por compasión o de un permiso médico.

La Coalición de Justicia Penal de Texas, en una carta al gobernador republicano, Greg Abbott, advirtió que las personas que se encuentran en prisiones y cárceles son “particularmente vulnerables a la enfermedad” y, entre otras cosas, instó a la oficina del gobernador a que identifique a los enfermos y ancianos que reúnen los requisitos para la libertad condicional y “revise sus casos para su inmediata liberación”.

En Nueva York, una organización encabezada por un ex recluso que fue liberado hace dos años después de 38 años de prisión, se está uniendo a otros grupos para exigir que el gobernador demócrata de Nueva York, Andrew Cuomo, y los legisladores concedan clemencia a las personas “vulnerables” en prisión, incluidos los ancianos y los enfermos.

“Si llega a la prisión estatal, va a golpear fuerte”, señaló José Saldana, director de la Campaña de Liberación de Personas Mayores en Prisión. Durante sus casi cuatro décadas en las prisiones estatales y federales por el robo de un banco y el intento de asesinato de un agente de policía, Saldana obtuvo un título universitario y se convirtió en un modelo de la rehabilitación. Ahora, a los 68 años, se ha convertido en un activista nacional para la liberación de prisioneros ancianos.

“Esto es muy personal para mí”, dijo Saldana. “Uno no abandona a los hombres con los que pasó años en prisión y sigue adelante como si nunca hubieran sido parte de su vida”.

Las prisiones de Estados Unidos no son las únicas que luchan con el tema, o que se enfrentan a posibles disturbios. A principios de este mes, Irán liberó a unos 54 mil prisioneros. En Colombia, 23 prisioneros murieron el pasado fin de semana en un motín por temores de coronavirus.

Los sistemas penitenciarios estatales han eludido hasta ahora las peticiones de liberación de presos. En su lugar, están desinfectando con más frecuencia y reforzando los controles en las entradas de las prisiones, entre otras medidas.

El sistema penitenciario de Texas, en cumplimiento de las órdenes de emergencia de Abbott, ha prohibido las visitas pero está dando a los presos un mayor acceso a sus familias mediante la ampliación de los privilegios telefónicos.

El sistema penitenciario está haciendo hincapié en el lavado de manos y en hacer lo que se pueda para promover el distanciamiento social a pesar de las limitaciones obvias en un entorno carcelario, indicó Jeremy Desel, vocero del Departamento de Justicia Penal de Texas.

“Estamos haciendo todo lo que podemos para distanciar socialmente a la gente tanto como sea posible, ralentizando los movimientos de los delincuentes y otras técnicas”, dijo, “pero, dadas las circunstancias, habrá momentos en los que habrá más gente en un lugar de lo que nos gustaría”.

Otras medidas incluyen la inspección de los empleados cuando llegan y de los trasladados de otras cárceles del condado, la desinfección de los autobuses y las restricciones entre cada uso, y sanitización de las oficinas y las unidades penitenciarias varias veces al día. Los funcionarios también trabajan a distancia siempre que es posible. En virtud de una orden del gobernador, las prisiones de Texas han renunciado al copago que normalmente se cobra a los reclusos por las visitas médicas.

Aun así, al menos algunos activistas dicen que esas medidas no son suficientes.

Casey Phillips, jefe de Texas Prisons Air-Conditioning Advocates, está casada con Justin Phillips, quien lleva cuatro años de una sentencia de 10 años por delitos relacionados con drogas. “Está aterrorizado”, dijo ella, y añadió que su marido tiene asma, problemas de hipertensión y una enfermedad renal, y teme que que el COVID-19 se arraigue y se extienda en el sistema penitenciario de Texas. “Tiene miedo de que lo mate”.

Pero David Mains, presidente de Texas CURE, la organización de derechos de los reclusos más antigua del estado, dijo que ha tenido conversaciones en gran medida tranquilizadoras con cuatro reclusos y el pariente de una reclusa. “Todos con los que he hablado estaban de buen ánimo”, reveló, alegando que los reclusos describieron las operaciones de la prisión como “normales”.

Mucho antes de la aparición del coronavirus, los funcionarios de prisiones y los legisladores estatales de todo el país se preocupaban por los presos ancianos.

Patrick O’Daniel, presidente de la Junta de Justicia Penal de Texas, dijo a los miembros de la Junta a finales de febrero que el número de reclusos de Texas de 55 años o más está creciendo en casi mil al año y se ha duplicado en la última década.

Los baby boomers ahora en etapa de envejecimiento constituyen casi el 15 por ciento de los más de 140 mil 200 hombres y mujeres en las prisiones de Texas. A nivel nacional, casi el 12 por ciento de los reclusos en las prisiones estatales y federales son mayores de 55 años.

Como sus contrapartes en el exterior, los prisioneros ancianos constituyen la mayor parte de los costos de cuidado de la salud, ejerciendo una fuerte presión sobre los presupuestos gubernamentales. Durante un lapso de 10 años que concluyó en 2019, los costos de atención médica para los ancianos en las prisiones de Texas aumentaron de 51.8 millones de dólares a 114.7 millones de dólares, abarcando tratamientos a menudo complicados y costosos para enfermedades como el cáncer, la diabetes, la enfermedad renal, la hepatitis y toda una serie de otras dolencias relacionadas con el envejecimiento.

En el año fiscal 2019, el costo promedio anual de hospitalización de un recluso de edad avanzada fue de cinco mil 900 dólares, en comparación con los mil dólares de un recluso menor de 55 años, según el Departamento de Justicia Penal de Texas.

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