Operación Gatekeeper a sus 25 años: una retrospectiva al punto de inflexión que transformó la frontera

Tribune Content Agency

SAN DIEGO — La Fiscal General Janet Reno quería ver el caos por sí misma.

Observó a cientos de migrantes reunidos al anochecer a lo largo del extremo norte de Tijuana, esperando la oscuridad para hacer la travesía ilegal hacia San Diego.

El cerco fronterizo que se había erigido en los últimos años no iba a detenerlos.

Se dirigió al jefe de patrullajes del sector de San Diego y le preguntó qué necesitaba para controlar la frontera. Sensores, radios, vehículos, más agentes, respondió.

Ella le pidió que elaborara un plan para hacerlo realidad.

Lo que surgió fue un enfoque completamente nuevo para la aplicación de la ley fronteriza.

La Operación Gatekeeper se dio a conocer el 1º de octubre de 1994. La estrategia era disuadir a los migrantes de cruzar ilegalmente en primer lugar y, para aquellos que permanecían decididos, alentarlos a cruzar en áreas silvestres más aisladas al este, donde pudieran ser capturados más fácilmente

Veinticinco años después, la Operación <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>Gatekeeper todavía se ve como un importante punto de inflexión en el esfuerzo por controlar la frontera.

Se le considera tanto un éxito como un fracaso, dependiendo de a quién se le pregunte.

Una cosa es cierta: la Operación <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>Gatekeeper puso en marcha un proceso que alteró significativamente el paisaje de la frontera entre Estados Unidos y México, y transformó a San Diego en una de las fronteras internacionales más fuertemente fortificadas de la nación. También tuvo un costo humano, a medida que la migración se desplazaba hacia el este.

———

“La frontera no era nada de lo que es ahora”, observó el fotoperiodista Don Bartletti.

Su fascinación por la frontera comenzó cuando se volvió fotógrafo de planta del San Diego Union a fines de la década de 1970, “cuando la frontera era esencialmente un cable o hebras de alambre de púas aplastadas contra la tierra por miles de pies hasta el norte”.

Recordó a las masas de migrantes que se reunían todas las noches en un lugar popular cerca de la Colonia Libertad de Tijuana, conocido como “el campo de fútbol”. Vendedores ofrecían comida y provisiones para el viaje. Sacerdotes católicos celebraban misas. Los “coyotes” conectaban con sus clientes.

Quienes cruzaban superaban en número a los agentes de la Patrulla Fronteriza del otro lado.

Luego, en oleadas durante las siguientes horas, los que cruzaban se lanzaban. Corrían a través de matorrales y cañones, que a menudo estaban llenos de bandidos que esperaban a su presa, y seguían caminos para poder adentrarse en la ciudad. No era raro ver a inmigrantes no autorizados atravesar la Interestatal 5, con resultados trágicos.

Lo mismo sucedía más al oeste en el Parque Estatal Border Field, donde un obelisco y una cerca de malla de seis pies de altura marcaba el límite internacional.

“Muy a menudo, estaba tan inclinada que la gente que esperaba el anochecer la usaba como hamaca”, recordó Bartletti sobre la cerca.

Ese tramo de tierra, las primeras 7.5 millas a partir del Océano Pacífico, se convirtió en el corredor más concurrido para los cruces ilegales en el país.

“Muchas noches, no atrapábamos a cientos, sino miles, de personas al día”, recordó el Jefe Asistente de Patrullajes Chancy Arnold, quien comenzó como agente novato en 1985. A veces terminaba capturando al mismo grupo en el la misma noche

“Era un poco desalentador salir y ver la cantidad de actividad y saber que no teníamos la cantidad adecuada de recursos para controlarla”, señaló Arnold. “Era como, ’¿Qué estoy haciendo aquí?’ Ves que miles de personas pasando a tu lado”.

Una cerca más sustancial comenzó a levantarse alrededor de 1990. Estaba hecha de una estera de aterrizaje de helicópteros sobrante de la Guerra de Vietnam.

Funcionó para reducir la cantidad de cargas de vehículos que atravesaban, pero era fácilmente violada por aquellos que iban a pie.

Los sopletes y sierras cortan el metal. Familias enteras, incluidas mujeres con vestidos, muchachas con zapatos de vestir e incluso personas de la tercera edad, eran vistas a menudo escalando la nueva barrera, pues sus barras horizontales esencialmente servían como escalera.

“La cerca no detuvo a nadie”, dijo Bartletti, quien continuó fotografiando la frontera para Los Angeles Times.

Para el año fiscal 1993, el sector de San Diego representaba el 42 por ciento de todas las detenciones a lo largo de la frontera suroeste. Las 531 mil 689 personas capturadas ese año representaban probablemente solo a una fracción de las que cruzaron sin obstáculos.

———

El ambiente era propicio para la Operación Gatekeeper.

El gobernador de California en ese entonces, Pete Wilson, luchaba por ser reelegido. Ya una voz fuerte que culpaba a Washington por no hacer nada para detener el flujo de la inmigración ilegal, y dejar que el estado pagara los costos, Wilson fortaleció su mensaje durante su campaña. Se convirtió en un defensor abierto de la Proposición 187, una medida de la boleta electoral que proponía suspender los servicios estatales como la atención médica y la educación pública a los inmigrantes no autorizados.

También se anticipaba una afluencia de migración laboral con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994.

Al mismo tiempo, un experimento en El Paso (una ciudad con una interfaz urbana-fronteriza similar) estaba obteniendo algunos resultados. La Operación Hold the Line, iniciada en octubre de 1993, trasladó a la mayor parte de los agentes al centro de la ciudad, donde ocupaban posiciones a la vista unos de otros y de los potenciales migrantes que cruzaran. El número de detenciones se redujo en un 70 por ciento, según un informe de la oficina del inspector general de EU.

Los asuntos de inmigración también estaban recibiendo más atención del Congreso, con la asignación de un mil doscientos millones de dólares para “control fronterizo, deportaciones de extranjeros criminales, reformas en el asilo y un centro de rastreo de extranjeros criminales” como parte de la amplia Ley de Control de Delitos Violentos y Aplicación de la Ley de 1994.

“Este es uno de los problemas más difíciles que enfrenta Estados Unidos”, declaró Reno ante una multitud de reporteros después de su gira por la frontera en agosto de 1993.

Gatekeeper pronto comenzó a cristalizarse.

La estrategia fue similar a la de El Paso, pidiendo a los agentes que mantuvieran la línea en posiciones fijas y en tres capas. La primera capa visible disuadiría en gran medida los cruces ilegales, y las siguientes dos atraparían a los que cruzaran y lograran pasar la primera.

La táctica fue una desviación de la forma en que los agentes habían operado habitualmente, patrullando amplias áreas de la frontera como lo creían conveniente. Las persecuciones y la gran cantidad de aprehensiones eran parte de lo que hacía que el trabajo fuera emocionante para muchos agentes.

Pero ahora, la medida del éxito serían bajas cifras de aprehensiones, no altas.

La estrategia requería muchos más agentes, tanto nuevos empleados como agentes redistribuidos tomados de otras áreas. El sector recibió nuevos vehículos robustos, sensores sísmicos y radios. También nuevos visores nocturnos colocados en la parte superior de los Ford Broncos de los agentes que se ganaron el apodo de “el búho” por parte de los mexicanos.

En lugar de centrarse en todo el sector de San Diego a la vez, Gatekeeper comenzó en la esquina más al suroeste de EU, bajo el control de la estación de Imperial Beach, que era, por mucho, el corredor más concurrido. Una vez que la franja estuviera bajo control, la operación avanzaría más hacia el este hasta que todo el sector estuviera vigilado.

Al hacerlo, Gatekeeper provocaría intencionalmente que las rutas de cruce se desplazaran más al este hacia las montañas y los desiertos de California, donde las autoridades supusieron que los migrantes serían detectados y atrapados con más facilidad.

———

La diferencia entre la época previa y posterior a Gatekeeper fue sorprendente.

“Recuerdo estar patrullando una noche en un área donde normalmente solo habría uno o dos agentes trabajando y me sorprendí”, recordó Arnold. “En todas partes que miraba podía ver un vehículo estacionado, no solo a lo largo de la frontera sino también más al norte. Me sorprendió la cantidad de agentes que estaban afuera”.

Las aprehensiones aumentaron al comienzo de Gatekeeper como se esperaba, y luego cayeron constantemente en San Diego durante los años siguientes.

Desde el año fiscal 1992 al 2004, las detenciones generales en el sector disminuyeron en un 76 por ciento, según datos de la Patrulla Fronteriza.

A la inversa, el personal de la Patrulla Fronteriza en San Diego creció, de aproximadamente mil a mil 650 agentes en el mismo periodo.

El representante Bob Filner testificó ante el Congreso en 1996 que al principio era escéptico sobre el impacto de <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>Gatekeeper, pero subrayó que sus electores le habían hecho cambiar de opinión.

“Las personas a las que represento, que viven en comunidades cercanas a la frontera, han sentido un cambio muy radical en sus propias condiciones de vida. Es decir, se sienten más seguros”, afirmó Filner. “No han visto a las veintenas de personas bajando por las calles o en sus patios traseros. Están abriendo sus cocheras”.

Alan Bersin ayudó a lanzar <i style=”mso-bidi-font-style: normal”>Gatekeeper como fiscal de Estados Unidos en San Diego, y el presidente Bill Clinton lo nombró como el “zar fronterizo” unos años más tarde para implementar la estrategia en el resto de la frontera suroeste.

“Ninguno de los partidos se lo atribuye, pero Gatekeeper fue probablemente el logro nacional más importante alcanzado de una manera puramente bipartidista a lo largo de tres gobiernos, y el mayor logro desde que el presidente Eisenhower y los demócratas armaron el sistema de carreteras estatales a mediados de la década de 1950”, reflexionó Bersin.

Con Gatekeeper llegó un nuevo sistema para tomar las huellas dactilares de los migrantes a medida que eran detenidos y procesados. Con una identificación firme, quienes volvían a cruzar podían ser identificados y acusados ??de reingreso ilegal, un delito grave. El número de procesamientos aumentó a casi cuatro mil al año a mediados de los años 90, informó Bersin.

Gatekeeper marcó el comienzo de una serie de otras iniciativas fronterizas. Entre ellas estuvo la construcción de una cerca de malla metálica secundaria a lo largo de las primeras 14 millas de la frontera de San Diego con México a partir de 1996, lo que desaceleró aún más los cruces ilegales.

———

Con Gatekeeper vino un alto costo humano.

Como se esperaba, la migración se desplazó más hacia el este, hacia entornos inhóspitos que han cobrado muchas vidas.

El tráfico finalmente se canalizó hacia Arizona en la década de 2000, ya que El Paso también intensificó la aplicación de la ley hacia el este.

El cuello de botella es evidente en los datos. Si bien las detenciones del sector de San Diego se desplomaron, el sector de Tucson experimentó un aumento del 591 por ciento entre el año fiscal 1992 y 2004, según datos de la Patrulla Fronteriza.

“Una consecuencia no deseada de esta postura de aplicación de la ley y el cambio en los patrones de migración ha sido un aumento en el número de muertes de migrantes cada año; en promedio, 200 migrantes murieron cada año a principios de la década de 1990, en comparación con 472 muertes de migrantes en 2005”, según un informe de 2009 del apartidista Servicio de Investigación del Congreso.

Diversas estimaciones sitúan el número de muertes relacionadas con la frontera entre siete mil 500 y 12 mil desde 1998.

“Nunca hemos tenido una contabilidad pública para eso”, reveló Everard Meade, director del Instituto Transfronterizo de la Universidad de San Diego. “Eso nunca ha estado al frente o al centro de las discusiones sobre políticas”.

Gatekeeper fue fundamental para dar la impresión de que la frontera estaba bajo control cuando lo que realmente hizo fue desplazar los cruces ilegales más allá de la vista de los habitantes de la ciudad, indicó Pedro Ríos, director del Programa Fronterizo México-Estados Unidos del Comité de Servicio de Amigos Estadounidenses.

“Desde el punto de vista de los derechos humanos”, dijo Ríos, “fue un total fracaso”.

La operación tuvo otros subproductos duraderos, según los académicos. Gatekeeper hizo que cruzar la frontera ilegalmente fuera un asunto mucho más arriesgado y costoso, ya que expulsó a los contrabandistas comunes a medida que más redes del crimen organizado se disputaban las ganancias, aseveró Ríos.

También evitó que los trabajadores migrantes viajaran regularmente de un lado a otro a través de la frontera. En lugar de arriesgarse a ser detenidos, los proveedores de familia se quedaban en EU, y sus familias en casa a menudo también migraban hacia EU, mencionaron los expertos.

“Trajo una población indocumentada más permanente a los Estados Unidos”, concluyó Meade.

Visit The San Diego Union-Tribune at www.sandiegouniontribune.com