Cierran para proteger a desamparados y personal

Tribune Content Agency

Durante años, el refugio Harbor House tuvo una rutina para alimentar y albergar a los cientos de personas sin hogar de Thousand Oaks, California, muchas de ellas ancianos. Cada noche, una de una docena de iglesias, templos y mezquitas locales organizaba una cena, y después, preparaba camas para que sus huéspedes tuvieran un lugar seguro para dormir.

El COVID-19 ha puesto esa rutina patas arriba.

Los lugares de culto anfitriones estaban preocupados por la seguridad, especialmente porque muchos de sus voluntarios también son ancianos. Todos los recintos de culto cerraron por completo, y con eso, la rutina de la cena y el hospedaje se terminó. No era seguro ni para los voluntarios ni para los invitados, describió Denise Cortés, directora ejecutiva de Harbor House.

“Es una experiencia aterradora y devastadora”, dijo Cortés. “Ya estamos tratando con gente que vive al margen de la vida. Y ahora penden de un hilo”.

Al igual que Harbor House, otros refugios para indigentes en todo el país están siendo llevados al borde por la pandemia. Incluso en los mejores tiempos, unas 568 mil personas viven en refugios, en las calles o en un coche. Y ahora, los refugios de al menos 17 estados, además de Washington, D.C., se han visto obligados a cerrar, suspender los servicios o limitar de alguna manera sus operaciones, según la Coalición Nacional de Vivienda para Personas de Bajos Ingresos.

Sin embargo, los peligros para las personas sin hogar infectadas con COVID-19 son significativos: Tienen el doble de probabilidades de ser hospitalizados, entre dos y cuatro veces más de requerir cuidados intensivos y entre dos y tres veces más de morir a causa del coronavirus que la población general, según un nuevo informe de investigadores de la Universidad de Pensilvania, la UCLA y la Universidad de Boston.

Los investigadores estiman que el 40 por ciento de la población sin hogar se infectará eventualmente y el costo de su cuidado totalizará 11 mil 500 millones de dólares este año.

Los proveedores de servicios para los desamparados dicen que se están quedando sin espacio, personal, voluntarios, suministros de limpieza y dinero.

“Los refugios están cerrando porque no tienen los recursos para mantener las puertas abiertas o para operar con seguridad de manera que los residentes y el personal estén a salvo”, informó Diane Yentel, presidenta y directora ejecutiva de la Coalición Nacional de Vivienda para Personas de Bajos Ingresos.

Al mismo tiempo, algunas ciudades están abriendo nuevos refugios. San Diego abrió la semana pasada un refugio para hasta mil 500 personas en su centro de convenciones, utilizando el espacio cavernoso para que la población sin hogar de la ciudad pueda practicar el distanciamiento social y tener mayor acceso a los servicios.

La semana pasada, Las Vegas comenzó la construcción de una instalación de aislamiento temporal y cuarentena, que se espera que albergue a más de 300 personas sin hogar que den positivo en sus pruebas de COVID-19 o que tengan síntomas asociados con el virus.

Y las personas sin hogar de la zona metropolitana de Cincinnati, en la frontera con Ohio, se alojarán en el Centro de Convenciones del Norte de Kentucky, donde podrán recibir atención médica, alojamiento y comida.

Filadelfia está tomando un hotel del centro para poner en cuarentena a los indigentes que se hayan infectado con el virus.

Y hace dos semanas, los Servicios de Refugio de Arizona Central, el refugio para adultos sin hogar más grande del estado, comenzó a aislar a los ancianos sin hogar y a los discapacitados en refugios especiales para protegerlos de la exposición al virus, dijo la directora ejecutiva, Lisa Glow. Algunos de los dormitorios tienen capacidad para 150 personas.

“Estábamos volteando colchones para que la gente pudiera dormir de manera que los pies de uno queden en lacabeza de otro”, reveló Glow. “No era suficiente”.

En Sacramento, California, la Union Gospel Mission cerró su refugio de emergencia para hombres y su comedor el 21 de marzo y dejó de aceptar nuevos clientes para su programa de rehabilitación para seguir las pautas de distanciamiento social.

“Obviamente, no se siente bien”, indicó el pastor Tim Lane, director ejecutivo de Union Gospel Mission. “Pero era una decisión que debía tomar. Tenía que mantenerlos a salvo”.

El refugio sigue albergando a 30 hombres que están inscritos en el programa de rehabilitación, según Lane.

Todavía hay comida para llevar, y los hombres pueden venir a ducharse. La mayoría de los hombres que Mission ha rechazado acampan a lo largo del río, así que Lane y su personal se aseguran de tener mantas, sacos de dormir y lonas extra.

“Estoy agradecido de que esto no haya sucedido en diciembre”, dijo Lane.

En los suburbios de Denver, la Severe Weather Shelter Network, que alberga a personas sin hogar durante las enormes tormentas de nieve de la región, tuvo que cerrar en marzo debido a la disminución de voluntarios, justo antes de una tormenta.

En Rochester, Nueva York, Bethany House cerró temporalmente su despensa de alimentos y su refugio para mujeres porque no tenía suficiente personal.

Algunos refugios, como el Refugio Good Shepherd para supervivientes de abusos domésticos en Los Ángeles, han dejado de aceptar nuevos usuarios. Good Shepherd decidió el mes pasado limitar su clientela a las familias que acudieron a ellos antes del brote, señaló Mónica Martínez, directora del refugio.

“Queremos asegurarnos de controlar la exposición al virus”, aseveró Martínez.

En Thousand Oaks, Cortés usó las donaciones para alojar a 40 de sus clientes de Harbor House en moteles locales.

Mientras tanto, sus clientes más jóvenes están durmiendo en campamentos y algunos de sus clientes mayores prefieren dormir en sus coches. Tienen demasiado miedo de ir a un motel, dijo. Espera poder alojar a los demás rápidamente, ahora que los funcionarios del Condado de Ventura han alquilado un motel. En los moteles, los clientes sin hogar serán sometidos a pruebas para detectar si están infectados de coronavirus y serán atendidos, afirmó.

“Fue muy difícil para ellos”, reveló Cortés. “Tratamos de explicarles lo preocupados que estábamos por ellos. Les dije que estábamos trabajando para conseguir más donaciones”.

Otros proveedores de servicios para personas sin hogar están encontrando formas de “descomprimir” los refugios, es decir, reducir el número de camas en una habitación. Pero muchos no tienen el espacio o los recursos para hacerlo. Los refugios suburbanos y rurales, que suelen estar a cargo de las iglesias locales, se verán muy afectados, aseguran activistas.

En Texas, Family Promise de Lubbock opera dos refugios para personas sin hogar, uno para familias y otro para mujeres embarazadas. Dependen de una red de iglesias locales para mantener las cosas en funcionamiento. Pero desde que estalló la pandemia y cerraron las iglesias locales, las donaciones han disminuido a la mitad, según el director ejecutivo Doug Morris.

“Ahora, solo pedimos a los voluntarios de la iglesia que proporcionen tarjetas de regalo”, dijo Morris. “Algunos están dejando comidas en la puerta para que sean entregadas sin contacto”.

Morris apuntó que ha dejado de aceptar nuevas familias en pequeños refugios y en su lugar traslada nuevas familias a apartamentos y paga su renta.

“Se supone que todos debemos quedarnos en casa”, dijo Morris. “Pero este virus no acabó con los desamparados. Aún hay gente que necesita nuestra ayuda”.

Los activistas esperan que el paquete de gastos de emergencia federal proporcione algún alivio inmediato. El proyecto de ley de gastos de emergencia de dos billones de dólares, el más grande de la historia, incluye cuatro mil millones de dólares para la asistencia a las personas sin hogar, que pueden ser utilizados para refugios temporales de emergencia, personal, capacitación y pago por riesgo.

El dinero también se puede destinar a la asistencia para la prevención de desalojos, incluyendo el realojamiento rápido, el asesoramiento en materia de vivienda y la asistencia para el depósito de rentas.

La legislación estipula que el dinero no puede utilizarse “para exigir a las personas que experimentan la falta de vivienda que reciban tratamiento o realicen cualquier otra actividad necesaria como condición para recibir refugio, alojamiento u otros servicios”.

Pero muchos activistas temen que el paquete de ayuda no sea suficiente y esperan que las filas de los desamparados aumenten.

Los proveedores de refugios necesitan urgentemente más dinero para contratar personal para reemplazar a los trabajadores enfermos y para cubrir a los voluntarios mayores que no pueden trabajar, comentó Yentel.

También necesitan dinero para comprar cubre bocas, guantes y desinfectante de manos. Y necesitan dinero para adquirir espacios temporales más grandes para los refugios.

Algunos refugios están utilizando fondos federales del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos para pagar las habitaciones de hotel. Algunos dependen de donaciones privadas.

“Me preocupa mucho lo que sucederá cuando el dinero se agote”, señala Eric Samuels, presidente y director ejecutivo de la Texas Homeless Network, una organización sin fines de lucro basada en membresías que trabaja con las comunidades locales para prevenir y erradicar la falta de vivienda.

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