En medio de las sombras de la Gran Recesión, los jornaleros luchan por encontrar trabajo durante la crisis del coronavirus

Tribune Content Agency

A Gabriel Reyes le faltaban 600 dólares para pagar su renta mensual de mil 800 dólares y abril estaba a la vuelta de la esquina. El jornalero estaba tan desesperado por un empleo que creó un letrero de cartón destacando su habilidad para la soldadura y su número de teléfono.

“Me imagino que de esta manera ellos sabrán lo que hago ya que hay muchos de nosotros aquí”, dijo.

Durante un mes, el marido y padre de tres hijos había estado solicitando trabajo en el estacionamiento de un Home Depot en Paramount, California. En sus bolsillos, llevaba pequeños trozos de papel con su nombre y número para dárselos a posibles empleadores. Ni siquiera podía calcular cuántos había repartido.

“Solo he podido ganar 40 dólares”, reveló Reyes. “No sé si el propietario nos dará un respiro”.

Las repercusiones económicas del nuevo coronavirus han afectado a casi todos los sectores industriales importantes de Estados Unidos. Más de 3.3 millones de personas en el país han presentado solicitudes de beneficios de desempleo por primera vez.

Pero si hay una constante de crisis económicas, es que los trabajadores de bajos salarios (especialmente los afroamericanos y latinos) tienden a ser los más afectados. En la jerarquía laboral de Estados Unidos, no hay nada más tenue que el humilde jornalero, cuyo sustento depende a menudo de un barómetro de optimismo económico.

La gran mayoría de ellos son inmigrantes que viven en el país ilegalmente o trabajan sin visados ni permisos de trabajo. No tienen acceso a días de enfermedad pagados, seguro médico o beneficios de desempleo.

A Reyes le preocupa infectarse. Pero la necesidad lo envía a buscar trabajo. La mayoría de los trabajadores no cuentan con dinero ahorrado y deben pagar las facturas y sus rentas.

“No podemos permitirnos quedarnos en casa”, afirmó. “Tenemos que salir y buscar un trabajo”.

Pablo Alvarado, director ejecutivo de la Red Nacional de Organización de Jornaleros, mencionó que en un día cualquiera casi 120 mil hombres y mujeres trabajan como jornaleros o buscan trabajo como jornaleros en más de 700 lugares de contratación en al menos 22 estados. Los sitios incluyen centros de trabajo, tiendas de mejoras para el hogar y gasolineras. Al menos 125 de esos sitios están ubicados en California, y 70 de ellos son centros de trabajo de jornaleros; 10 de esos centros en el Condado de Los Ángeles han cerrado por temor al coronavirus, destacó Alvarado.

La pandemia ha presentado un desafío inusual para la organización sin fines de lucro, que pasó las últimas semanas tratando de averiguar si mantener abiertos algunos de sus centros. Pero con tan pocos empleos y debido a que algunos de los trabajadores estaban dentro del grupo de edad de alto riesgo, algunos de los centros cerraron.

“Si debemos mantener los centros abiertos o no lo determinará el número de empleos. Aún quedan algunos empleos, pero no sé por cuánto tiempo”, agregó Alvarado.

La organización ha comenzado a recaudar dinero para lanzar el Fondo de Red de Seguridad para Trabajadores Inmigrantes, un programa de donaciones que proporcionará apoyo financiero a los jornaleros, especialmente a aquellos que tienen 60 años o más. Alvarado comentó que el grupo ha logrado recaudar unos 30 mil dólares a través de pequeñas donaciones del público.

Una tarde reciente, más de una docena de hombres estaban sentados en sillas y bancos de metal junto a una bomba de aceite verde en Signal Hill. Charlaban bajo lonas azules. Dentro de una pequeña cabaña, tres mujeres estaban sentadas juntas buscando trabajos de limpieza. Cerca de allí, José Hernández, de 60 años, el coordinador de empleos, llevaba un chaleco naranja mientras buscaba posibles empleadores. Cuando ocurrió el brote, todavía surgían algunos trabajos. Había esperanza.

Entonces, los cielos se abrieron.

“La lluvia nos impidió trabajar”, dijo. “Pero también hay más trabajos después de que todo crece”.

Esta tarde, siete trabajadores consiguieron trabajo; seis el día anterior. La pandemia de coronavirus causó la cancelación de eventos de los que muchos de los trabajadores dependen para sus trabajos. Las lluvias fueron duras, pero hubo otro desafío: algunas personas se pusieron nerviosas de repente ante la idea de dejar entrar a otras personas en sus casas.

Desde 2011, Hernández ha sido contratado por la ciudad para administrar el centro de trabajo de jornaleros ubicado cerca de un Home Depot. Pero su tiempo en el centro data de 2007, cuando comenzó a trabajar como voluntario en una organización sin fines de lucro que lo operaba. Poco después, Estados Unidos fue golpeado por la Gran Recesión. La gente perdió sus medios de vida y los trabajos se secaron para los jornaleros.

“Las cosas no eran tan buenas entonces”, recordó Hernández.

La competencia por los empleos era tan feroz que los trabajadores se lanzaban a toda prisa hacia los potenciales empleadores y a veces se peleaban a puñetazos. Pero con el paso de los años, dijo Hernández, una sensación de relativa calma descendió. Él ayudó a organizar a los trabajadores para que no aceptaran empleos por debajo del salario mínimo. Las peleas disminuyeron. Hernández implementó un sistema de lotería usando una jaula de bingo y pelotas para asegurar un nivel de justicia.

Cada mañana, los jornaleros que realizaban trabajos como demolición, construcción o jardinería recibían un boleto con un número. Cuando llegaba una oferta de trabajo, Hernández usaba la jaula de bingo para hacer rodar las pelotas y seleccionar al azar un número. El afortunado ganador obtenía el trabajo. Los trabajadores con habilidades especiales como electricistas y fontaneros tenían que lanzar una moneda para conseguir el trabajo.

Eso era en tiempos normales. Esto está muy lejos de ser así, y con tan pocos trabajos, Hernández tiene que hacer las cosas de manera diferente.

Todas las tardes saca las pelotas de bingo de la jaula y llama a los números para comprobar qué trabajadores siguen en el centro.

Hernández dijo que no se sabe cómo serán los próximos meses, pero espera que el trabajo empiece a recuperarse. Añade que la caída de los empleos no se compara con la recesión de 2008, cuando tenía unos 115 hombres y mujeres buscando trabajo. Pero solo el tiempo dirá lo mal que puede ponerse, aseveró.

Alvarado dijo que incluso durante la recesión, había algunos empleos. Pero el coronavirus ha creado una crisis de máxima brusquedad, como golpearase contra un muro. La gente ahora se enfrenta no solo a una crisis económica, sino también a una pandemia que podría enfermarlos gravemente a ellos o a sus seres queridos, o matarlos. Alvarado dijo que todo esto hace que el futuro de los jornaleros sea más incierto que nunca.

“Cuando eres un jornalero, no sabes si vas a conseguir un trabajo ese día. No sabes si vas a ser contratado por un empleador honesto o sin escrúpulos, no sabes si los supremacistas blancos van a aparecer”, expuso. “Esto es todos los días, y ahora el coronavirus amplifica todas estas incertidumbres a un nivel que nunca hemos visto antes”.

En 2007, Reyes dio un anticipo de 24 mil dólares para una casa en Artesia. El momento fue feliz. Había logrado adquirir una casa en Estados Unidos y una familia. Su viaje, que comenzó en Hidalgo, México, en su adolescencia, viviendo en una lavandería durante años hasta que pudo ahorrar dinero, finalmente había dado sus frutos.

“Fue un proceso gradual”, describió. “Ea muy feliz”.

Esa felicidad duró un año. La recesión golpeó al país y los trabajos de soldadura que Reyes había realizado para un contratista se terminaros. Perdió su trabajo y su casa.

“Es algo curioso; en un momento estás aquí arriba en la vida, y al día siguiente estás aquí abajo”, expresó.

A medida que la economía mejoró, también mejoró la vida de Reyes y su familia. Rentó una casa en Bellflower y comenzó a soldar para otro contratista. A medida que los años se alejaban de la recesión, las cosas parecían ir bien.

Luego llegó el coronavirus. Una vez más, el contratista para el que trabajaba dejó de recibir trabajo. Reyes perdió su empleo, otra vez.

Y ahora sostiene un cartel, esperando que alguien note su petición de trabajo. Mientras estaba parado cerca de la entrada del Home Depot, una vez más se preocupó por su familia. Por su casa. Por ser desalojado. Incluso con la prohibición de desalojos del estado, Reyes afirma que ninguna ley detendría la acumulación de cuentas y rentas.

Añadió que le pagaría a su arrendador cualquier cantidad de dinero que consiguiera reunir. Espera poder razonar con él.

“Debo ser optimista”, concluyó. “Trato de pensar positivamente porque si me deprimo, ¿de qué me servirá?”

Visit the Los Angeles Times at www.latimes.com