El coronavirus pega más al éxodo venezolano

Tribune Content Agency

Yorgelis del Carmen Beli Fonseca huyó de Venezuela hace dos años para tratar de ganarse la vida en la vecina Colombia, vendiendo dulces y bolsas de basura en las calles de la ciudad portuaria de Barranquilla.

En un buen día gana unos cinco dólares, lo suficiente para alquilar una casa de dos habitaciones que comparte con su hijo pequeño y otras ocho personas.

“Las cosas iban bastante bien”, dijo en una entrevista telefónica. “El trabajo era duro, pero podíamos ganar lo suficiente para cubrir nuestros gastos”.

Todo eso cambió en marzo con la llegada del coronavirus.

Colombia, como muchos otros países de la región, ha cerrado todos los negocios no esenciales y ha declarado una cuarentena de 19 días que se extiende hasta el 13 de abril.

La decisión de sacrificar la economía para salvar vidas ha afectado a todos en la nación de 50 millones de habitantes. Pero para aquellos que ya viven al límite, los resultados han sido devastadores. Y pocos grupos viven más cerca de ese límite que los 1.6 millones de inmigrantes venezolanos que residen en Colombia.

Beli Fonseca, de 20 años, dijo que ahora pasa el día tratando de mantener entretenido a su hijo de dos años y esperando que los vecinos les lleven comida. El único día que intentó trabajar en la calle, fue corrida por la policía que estaba supervisando la cuarentena.

“Algunos días no comemos, otros sí”, argumentó. “¿Qué puedo decirles? Ha sido muy duro”.

Más de 4.5 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años, ya que la anteriormente rica nación sudamericana se encuentra sumida en una crisis política, económica y social sin precedentes en la región.

El coronavirus no solo está privando a los migrantes de obtener ingresos, sino que también ha cerrado muchas de las instituciones de las que dependían.

En la ciudad fronteriza colombiana de Cúcuta, David Cañas, un sacerdote católico, proporcionaba comidas gratuitas a unos cinco mil venezolanos al día, pero tuvo que cancelar su operación, llamada Divina Pastora, el 13 de marzo, cuando el gobierno emitió órdenes para imponer el distanciamiento social.

“Primero dijeron que no debíamos hacer reuniones de más de 500 personas, luego dijeron que de no más de 50 personas, y ahora dicen no haya ninguna”, puntualizó Cañas desde su casa en Cúcuta donde, como todos los demás en el país, ha estado encerrado.

La ciudad fronteriza suele estar llena de migrantes venezolanos que lavan parabrisas o venden baratijas en las esquinas. Ahora está muerta.

“Este es un pueblo fantasma”, expresó Cañas. “Si te atrapan en la calle debes pagar una multa, así que los venezolanos no tienen a quién venderle, nadie a quién prestarle servicios. Solo están pasando hambre”.

“Aunque quisieran robarle a alguien, no podrían, no hay nadie a quien robarle”, indicó.

Colombia ha sido una de las naciones más generosas de la región en medio de la crisis venezolana. Ha ofrecido permisos de trabajo temporales a más de 415 mil venezolanos y les ha dado acceso a servicios médicos de emergencia ya de por sí con escaso presupuesto.

Pero la pandemia está poniendo a prueba los límites de la generosidad de la región.

Mientras que Argentina, Brasil, Colombia y otros países están desarrollando programas de ayuda financiera para ayudar a sus ciudadanos más vulnerables en medio del encierro, esos beneficios no se extienden a los migrantes, que a menudo son indocumentados.

Cuando Colombia anunció su cuarentena, miles de trabajadores informales, muchos de ellos venezolanos, protestaron en la capital.

“Nos preocupa que los migrantes se vuelvan invisibles en esta crisis”, dijo Juan Carlos Viloria, coordinador de la Coalición por Venezuela, una asociación de grupos que trabajan en favor de la diáspora venezolana. “Los países están cuidando de los suyos, lo cual es comprensible. Pero Venezuela, que debería estar cuidando de sus ciudadanos dentro y fuera del país, no lo está haciendo porque el gobierno está más preocupado por permanecer en el poder que por salvar la vida de la gente … por eso muchos de nosotros hemos tenido que partir”.

Su organización ha entregado unas seis mil libras de productos a los migrantes venezolanos varados en Barranquilla en los últimos tres días, pero la demanda es mucho mayor, aseveró.

El líder venezolano Nicolás Maduro está gobernando una economía en ruinas. La nación depende en gran medida de las ventas de petróleo para mantenerse a flote, pero una combinación de precios del crudo en caída libre, corrupción generalizada y sanciones de Estados Unidos ha destruido a la economía. Mientras que las organizaciones de derechos humanos piden a Washington que levante las sanciones durante la pandemia, la administración de Trump las está duplicando, acusando la semana pasada a Maduro y a algunos de sus aliados más cercanos de cargos de tráfico de drogas y terrorismo; lo que complica aún más la capacidad del gobierno para obtener financiación externa.

Según todos los indicios, Venezuela no está preparada para manejar la pandemia. Sus hospitales a menudo luchan por mantener el agua corriente y la electricidad encendida. Según algunas versiones, el país entero de 32 millones de habitantes tiene menos de 90 camas en las Unidades de Cuidados Intensivos. Cuando Naciones Unidas lanzó la semana pasada una solicitud de dos mil millones de dólares para acciones contra el COVID-19, señaló a Venezuela, Haití y a los más de cuatro millones de refugiados y migrantes que están siendo acogidos por las naciones de América Latina y el Caribe como los que necesitan ayuda más desesperadamente.

Carrie Fipiletti, subsecretaria adjunta para Cuba y Venezuela en la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de Estados Unidos, dijo que las deficiencias de Venezuela probablemente tendrán un impacto regional.

“Si Venezuela no es capaz de abordar los desafíos que enfrenta con el control del COVID-19, entonces en el futuro (lo veremos) extenderse a Brasil, Colombia y la región circundante”, advirtió durante una conferencia auspiciada por la Sociedad/Consejo de las Américas. “Tal como hemos visto con la crisis de los refugiados, también veremos una expansión de la pandemia del COVID-19”.

Hasta el martes por la tarde, Venezuela había reportado 135 casos de coronavirus y tres fallecimientos, pero los expertos en salud señalan que el número real es probablemente mucho más alto. Colombia, en comparación, ha reportado 798 casos y 14 muertes.

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