La pandemia conduce a la discriminación contra los ancianos

Tribune Content Agency

LOS ÁNGELES — En los días buenos, Bonnie Reed cree que, por primera vez en mucho tiempo, casi todos están unidos en una causa común: proteger a los ciudadanos más vulnerables de la sociedad contra el coronavirus.

En los días malos, la estudiante de último año de Sherman Oaks se sorprende por la indiferencia que ve a su alrededor. Lo ve en los jóvenes sin tapabocas que se acercan a ella y a su marido, Alton, con poca consideración por el distanciamiento social. Lo ve en las decisiones de algunos gobernadores de reabrir las economías a pesar de las nefastas advertencias de los funcionarios de salud pública.

Reed, quien no quiso revelar su edad, intenta no tomarlo como algo personal. Pero en esos días malos, puede sentir que tales acciones envían un claro mensaje sobre lo poco que algunas personas se preocupan por el bienestar de los adultos mayores, quienes constituyen aproximadamente el 80 por ciento de los que mueren por complicaciones de COVID-19.

“¿Soy la única que siente que están dispuesstos a desecharnos?”, se pregunta.

A medida que el debate se centra en cuándo o cómo reanudar la vida pública, los adultos mayores como Reed atestiguan cada vez más el comportamiento y la retórica que implica que sus vidas no son tan valiosas como la reactivación de la economía.

La discriminación por edad ha penetrado sigilosamente en la cultura estadounidense durante décadas, según aquellos que trabajan y estudian la salud de los ancianos. Pero temen que esta forma particular de discriminación haya crecido durante la pandemia a medida que los que han perdido ingresos y estabilidad buscan a alguien a quien culpar.

“El estigma (contra los ancianos) está creciendo”, señaló Dilip Jeste, psiquiatra geriátrico del Centro para el Envejecimiento Saludable de la Universidad de California en San Diego. “Cada vez que se menciona el virus y el riesgo, inmediatamente la gente piensa en los adultos mayores. Piensan en las personas más propensas a ser hospitalizadas, a ocupar camas en las unidades de cuidados intensivos (UCI)”.

Este rechazo a los prolongados sacrificios hechos por todos por el bien de los ancianos ha sido expresado desde las más altas esferas del gobierno.

“Volvamos a vivir”, declaró el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, a Tucker Carlson de Fox a finales de marzo, defendiendo la petición del Presidente Donald Trump en ese momento para reabrir los negocios para la Pascua.

Patrick, que cumplió 70 años en marzo, subrayó que nadie le había preguntado si estaba dispuesto a arriesgar su supervivencia para salvar la economía estadounidense para las generaciones futuras. Pero, añadió, “si ese es el intercambio, estoy de acuerdo”.

Las protestas nacionales contra el confinamiento muestran que muchos se han tomado esa idea a pecho. Una mujer entre las docenas que se reunieron en las afueras del capitolio estatal de Tennessee el 20 de abril tenía un cartel que decía “¡Sacrifiquen a los débiles, reabran (Tennessee)!”

Koshin Paley Ellison, cofundador del Centro Zen de Nueva York para el Cuidado Contemplativo, dijo que una foto del letrero circuló entre la comunidad de adultos mayores a la que dirige en su práctica espiritual.

“¿Qué hace eso a los que se sienten débiles?”, cuestionó Paley Ellison. “Los aterroriza”.

Pero nadie del grupo se sorprendió. En un chat en Facebook, hablaron de cómo un sutil desdén por las personas mayores ha sido un hilo conductor en la cultura estadounidense. Están muy conscientes de la creencia prevaleciente de que la belleza y la productividad (las principales medidas de valor en Estados Unidos) son dominio de los jóvenes.

Pero este prejuicio se ha agudizado durante la pandemia, coincidieron. “Es temporada abierta para la discriminación de las personas mayores y vulnerables”, comentó una persona.

Ocho prominentes psicólogos de todo el mundo estaban tan preocupados por la creciente discriminación por edad que a mediados de abril escribieron un artículo académico sobre el tema para la Gerontological Society of America.

“Lo que estamos viendo en el discurso público es una representación cada vez más frecuente de las personas de más de 70 años como todos iguales en cuanto a su impotencia, fragilidad e incapacidad para contribuir a la sociedad”, subrayaron.

Los efectos negativos que tiene en la salud la discriminación por edad están bien documentados. Cuando los ancianos se enfrentan a esta discriminación e internalizan estereotipos perjudiciales, es más probable que experimenten estrés y depresión, y corren un mayor riesgo de padecer enfermedades crónicas.

Un estudio realizado en 2018 por investigadores de la Universidad de Yale encontró que la discriminción por edad podría llevar a 63 mil millones de dólares en costos adicionales de atención de la salud en Estados Unidos.

A Jeste, el psiquiatra geriátrico de UC San Diego, le preocupa que un aumento en la discriminación por edad pudiera conducir a sistemas inmunológicos más débiles entre los ancianos.

“Pudiera ponerlos en mayor riesgo de desarrollar complicaciones del COVID”, destacó Jeste. “Estamos perpetuando eso”.

Gregory Kuhl, un residente de Hollywood de 69 años, dijo que experimentó un sesgo por edad mucho antes del asedio del coronavirus. Kuhl tiene una severa estenosis espinal, un padecimiento que comprime los nervios de su médula espinal y hace que caminar sea doloroso. A menudo se ha sentido invisible en público; muchas personas suponen que no es capaz o no vale la pena conversar con él, reveló, porque es mayor y usa una silla de ruedas.

Esa sensación de invisibilidad ha alcanzado un punto culminante durante la pandemia. Ir al supermercado ha sido especialmente frustrante, dijo Kuhl.

Aunque recibe la mayor parte de su comida a través del programa Meals on Wheels, Kuhl compra productos lácteos y agrícolas en el mercado Sprouts cerca de su apartamento. Recientemente, un cajero empujó los comestibles de Kuhl al borde de la caja, indicando que tendría que embolsar sus propios comestibles para prevenir la propagación del virus.

Colocó la fruta y las nueces en una bolsa en su regazo, pero era demasiado pesada para levantarla. Normalmente, el cajero habría colgado la bolsa en la parte trasera de su silla de ruedas. Un guardia de seguridad eventualmente notó que Kuhl estaba batallando y lo ayudó.

Kuhl se sintió igualmente ignorado cuando supo que la mayoría de las pruebas de coronavirus en Los Ángeles se hacen en sitios móviles de autoservicio. “¿A dónde van los ancianos que ya no pueden conducir a hacerse las pruebas?”, se preguntó.

“Alguien en algún lugar tiene que pensar en las consecuencias (del cierre) para los ancianos”, enfatizó Kuhl en una entrevista.

En estos tiempos sin precedentes, las percepciones desfavorables de los adultos mayores pueden ser una cuestión de vida o muerte, según los defensores de los ancianos y las personas con discapacidad.

El gobernador de California, Gavin Newsom, fue criticado rotundamente recientemente después de que su administración aconsejara a los hospitales que dieran prioridad a las personas más jóvenes con mayor esperanza de vida para recibir atención durante el brote de coronavirus. Esas pautas fueron retiradas rápidamente. Sin embargo, no carecían de precedentes.

Cuando los médicos se ven forzados a tomar decisiones desgarradoras sobre quiénes recibirán los escasos recursos médicos, como los respiradores, se suelen considerar dos factores: la probabilidad de que se salve la vida de una persona y los años estimados de vida que le quedan, explicó David Magnus, director del Centro de Ética Biomédica de Stanford.

“Si se tiene una evidencia firme de que alguien morirá en un año, esa es una buena razón para decir que esa persona debería tener una prioridad menor para los escasos ventiladores”, dijo Magnus.

El especialista en bioética señaló que en una “era de abundancia”, los sistemas de atención de la salud a menudo gastan grandes cantidades de dinero en mantener a la gente viva durante semanas o meses; una cuarta parte de los gastos del Medicare ocurren en el último año de vida.

El concepto institucional de que las personas mayores valen menos que las jóvenes es anterior a la pandemia. Cass Sunstein, un erudito legal que trabajó para la administración de Barack Obama, propuso una vez centrar las políticas del gobierno en salvar años de vida en lugar de vidas individuales.

La Agencia de Protección Ambiental utilizó un cálculo similar durante la administración de George W. Bush cuando sopesaba los beneficios de las regulaciones de emisiones de las centrales eléctricas. La agencia determinó que las personas mayores de 70 años valían solo el 67 por ciento de las vidas de los más jóvenes.

Jeste insiste en que esta forma de pensar es miope. Asignar un valor a los ancianos con base en su producción económica ignora las muchas otras formas en que la gente contribuye a la sociedad, afirmó. Viajan y se ofrecen como voluntarios. Son mentores con décadas de sabiduría duramente ganada. Cuidan de los nietos y de los miembros mayores de la familia.

Es importante que las personas mayores cuestionen los estereotipos negativos y se resistan a ellos si es posible, dijo Becca Levy, profesora de epidemiología de la Escuela de Salud Pública de Yale, quien ha estado investigando las actitudes sobre el envejecimiento desde la década de 1990.

“Hemos encontrado que aquellos que valoran y afirman sus propias contribuciones significativas a la sociedad pueden evitar asumir esos estereotipos”, agregó. Por otro lado, la investigación de Levy muestra que los adultos mayores con actitudes negativas sobre el envejecimiento pueden vivir 7.5 años menos que aquellos con actitudes positivas.

Bonnie Reed conoce su valor. La maestra jubilada y su esposo Alton, de 74 años, son voluntarios en campañas políticas y en la Cruz Roja, y han sido capacitados por el programa de Equipo de Respuesta Comunitaria en Situaciones deEmergencia (CERT, por su sigla en inglés) para entrar en acción si ocurre un terremoto o un incendio en su comunidad. Ella realiza verificaciones con los vecinos y se asegura de que el refrigerador de su primo mayor esté completamente llena.

“Tratamos de ayudar donde podemos”, subrayó Reed.

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