Este sacerdote católico celebra misas en un casino. Él llama a la oración una ‘apuesta segura’

Tribune Content Agency

LAUGHLIN, Nevada — Charlie Urnick se encuentra en un pasillo tras bastidores del Don’s Celebrity Theater, escondido dentro del estrepitoso Riverside Resort Hotel and Casino. Sonriendo, estrechando la mano de sus simpatizantes, espera el comienzo de los eventos de la noche con la sabia calma de un veterano titular.

Pero dentro de este pasillo brillantemente iluminado, donde músicos y magos han firmado autógrafos y saludado a sus fans, Urnick ofrece algo verdaderamente notable.

Escucha confesiones.

Es el administrador de la Iglesia Católica de San Juan Bautista, que se encuentra en la cima de una colina sin árboles a unas cinco millas de distancia. Pero Urnick, de 71 años, es más conocido por los feligreses y por casi todos los demás en esta ciudad de casinos simplemente como el padre Charlie.

Después de que un diácono le ayuda a ponerse sus vestiduras de satén, escucha en silencio las maneras en que sus prójimos católicos se han desviado.

Uno por uno, los creyentes esperan afuera su turno. No hay una caseta de confesión, y el sacerdote y el penitente se ponen frente a frente en sillas plegables. Están cara a cara, pero el padre Charlie los tranquiliza.

“Indoloro”, dice una confesora persignándose al salir del pasillo.

En esta tarde de sábado de otoño, el padre Charlie continúa una tradición de 27 años que encaja perfectamente en Laughlin.

Celebra la misa dentro de un casino.

Sí, has leído bien.

Olvida el bingo. Estamos en el reino de los juegos de azar de línea dura. Después de escuchar confesiones, el padre Charlie encabeza una pequeña procesión hacia el interior del teatro de 700 asientos con su papel tapiz rojo burdeos, no lejos de los graznidos caricaturescos de las máquinas tragamonedas.

Durante la siguiente hora, predica en un lugar donde, para algunos, el verdadero Dios es el todopoderoso dólar. Se enfrenta a su congregación desde un púlpito a nivel del piso, frente a un escenario.

Horas más tarde, una imitadora de Karen Carpenter tomará este mismo escenario. Por ahora, detrás del padre Charlie se encuentra un poste delgado con un crucifijo montado en la parte superior.

Aun así, las distracciones abundan en un lugar más asociado con los Siete Pecados Capitales que con las 14 Estaciones de la Cruz. Compartiendo el lugar con actos que tienen lugar durante el resto de la semana, el padre Charlie ha dado la Sagrada Comunión ante un enorme telón de fondo de una botella de vodka Skyy y las imágenes de las seductoras chicas Budweiser y Elvis, lo que lo lleva a recordar en broma a los fieles que están rezando a Dios el Rey, y no al Rey.

El padre Charlie no tiene ningún problema con nada de esto. De hecho, insiste en que este lugar inverosímil es precisamente donde debería estar.

“El papa dice que los sacerdotes deberían estar donde el pueblo está”, comenta. “Hay 11 casinos en Laughlin, así que aquí es donde hemos traído nuestros servicios. Y a aquellos que pudieran decir que Dios no podría estar aquí, yo les digo que sí lo está”.

Las primeras doce filas del teatro cuentan con largas mesas donde los feligreses, algunos vestidos con pantalones cortos y chanclas, consultan los himnos y los boletines de la iglesia. Un hombre con cola de caballo se mete una hoja de apuestas en el bolsillo justo cuando empieza la misa.

Al pasar la canasta de la colecta, algunos tiran fichas de casino y recibos de máquinas tragamonedas, que el padre Charlie acepta con gusto. Incluso ha diseñado su propia ficha de recuerdo que la parroquia vende para recaudar fondos. Algunos se refieren a él como el “monje de las fichas”.

“Reza con nosotros”, se lee en la ficha, que lleva una foto del casino de Riverside y los horarios de la misa. “Es una apuesta segura”.

Las fichas (junto con velas, medallas y otros artículos que se encuentran en las librerías religiosas) están dispuestas para la venta en una larga barra donde los empleados venden bebidas alcohólicas en otros eventos. Al final de la misa, el padre Charlie añade un estímulo que no se escucha en otras iglesias.

“No olviden visitar la barra a la salida”, insta.

Un jubilado se desliza en su silla de ruedas eléctrica y se dirige a la puerta.

“¡Hora del casino!”, exclama. “Esperemos que no pierda la granja”.

En sus sermones, el padre Charlie renuncia al fuego y al azufre en favor de un humor como el de Andy Rooney. Sus charlas también tienden a mencionar platillos tan apetitosos como fideos con chucrut, pastel de helado, ravioles de champiñones y otras comidas que ha consumido esa semana; incluyendo pasteles horneados por feligreses cariñosos para un sacerdote rechoncho que admite que nunca ha cocinado una comida en su vida y rara vez ha puesto un pie en un gimnasio.

“Dios creó el pastel de ángel”, dice en un sermón. “Y es delicioso”.

Tal es el poder del púlpito del padre Charlie que cada vez que menciona sin querer su afición por el pastel de piña, el tocino o la cuajada de queso, le llegan paquetes de todo el país.

Desde 2008, cuando llegó a Laughlin desde su estado natal de Nueva Jersey, donde fungió como capellán de la Fuerza Aérea, maestro de escuela y párroco, el padre Charlie ha comenzado cada sermón refiriéndose a esta ciudad a 100 millas al sur de Las Vegas como el paraíso en la Tierra.

Le encanta el sol y la mezcla de coloridas aves migratorias y locales, un lugar donde puede apostar centavos en los casinos para relajarse después de un largo día de ejercer el sacerdocio. Aunque un día quiera ir al cielo, dice, Laughlin es justo donde quiere estar por ahora, gracias. Es un gran fanático de la magia y conduce regularmente a Las Vegas, donde ha visto los shows de más de 350 magos, algunos de los cuales se refieren a él como “Charlie el Capellán”. Insiste que cuando conoció a David Copperfield fue “mejor que conocer al papa”.

Es un sacerdote sin pretensiones, que ha usado zapatillas deportivas verdes fluorescentes durante la misa y saluda a la gente con sus frases favoritas, “¡Nos vemos en la iglesia!” y “Reza por mí, ¿qué daño podría hacerte?”. Todo con una risa juvenil y una propensión a las palabras “caramba” y “cielos”. Empezó una homilía insistiendo en que las únicas herramientas que se necesitaban en la vida eran el WD-40 y un rollo de cinta adhesiva.

Muchas de las anécdotas del púlpito involucran sus aventuras semanales en la parroquia y el pingüino disecado y el caimán que tenía de mascota en su niñez. O cómo su madre, Mary, lo disciplinó blandiendo el loro de la familia con sus garras extendidas. Cuando él no quería levantarse de la cama, ella le amenazaba: “¡No me hagas ir por el loro!”

Ha recorrido un largo camino desde su primer sermón de hace décadas, sobre el que dijo un sacerdote: “¡Lo leyó, lo leyó mal y no valió la pena que lo leyera!”

Sus sermones (recopilados en tres libros auto-publicados con títulos como “Live! Love! Laugh! Laughlin!”) también están mezclados con chistes que él saca de internet. En el Día del Padre, por ejemplo, el padre Charlie dijo: “Mi padre solo me golpeó una vez, pero fue con un Volvo”. Provocó risas, pero luego pasó a una meditación sobre el papel de Dios como un padre amoroso.

Algunas anécdotas incluso mencionan a su rebaño. El padre Charlie contó una vez de un sacerdote visitante que se sorprendió por todo el pecado que había presenciado en Laughlin, comentando sobre “todos esos patéticos ancianos que ponen dinero en las máquinas y no conocen a Dios”.

El padre Charlie respondió: “¡Esos patéticos ancianos son mis feligreses!”

Las misas del casino fueron iniciadas en 1992 por el padre John McShane, quien a veces encontraba trozos de los trajes de las bailarinas sobre la alfombra. Incluso después de la construcción de la iglesia parroquial en 2003, las misas de Riverside continuaron. Cada fin de semana se celebran dos misas en la iglesia y tres dentro del casino, una el sábado y dos el domingo.

“Nunca nos iremos de aquí”, asegura el padre Charlie, y añade que algunos feligreses solo asisten a las misas del casino. “Una vez que cerramos esas puertas, estás en una iglesia”.

Durante años, antes de ser asignado aquí, el padre Charlie hacía peregrinaciones anuales desde Nueva Jersey, con su madre a cuestas, como pastor invitado en Laughlin. Mary asistía a una misa y luego pasaba el resto del tiempo en las máquinas tragamonedas.

Una vez, tanto él como su madre ganaron cinco mil dólares en la misma máquina tragamonedas con un día de diferencia.

Mary murió en 2006, dos años antes de que el padre Charlie se mudara aquí a tiempo completo, y recibió cientos de tarjetas de pésame.

Sus sermones han relatado cómo Mary aceptó que él entrara en el sacerdocio después de que un amigo la consolara: “Bueno, así no lo perderás nunca por otra mujer”. También le recita a los oyentes historias de dos amigos actores de hace mucho tiempo a los que llama “los chicos”. Eddie Gelhaus es el “hijo ilegítimo” del sacerdote y Michael Serrano es su “hermano de otra madre”.

Algunos oyentes no siempre entienden el chiste. John y Kathy Reed estaban de visita desde Wisconsin hace unos años cuando conocieron al padre Charlie, y Kathy se sorprendió al oír hablar de un sacerdote que tenía un hijo.

“No sabía que estabas casado”, dijo ella.

“No lo estoy”, respondió el padre Charlie.

Reed todavía se ríe de la conversación.

“Bueno, mi esposa quedó consternada, hasta que lo conoció”, dice.

Los Reed preguntaron por el pueblo acerca de este peculiar sacerdote. “Todos lo conocían”, dice Reed, un estibador retirado. “Era una leyenda”.

Así que la pareja se mudó a Laughlin para escuchar los sermones del padre Charlie todo el tiempo y ahora son miembros activos de la iglesia.

Reed señala que el sacerdote tiene en su oficina de la iglesia dos máquinas tragamonedas, una llamada “Juego de Dios”, y tiene una colección de utilería que incluye una daga de 14 pulgadas y una cama de clavos. “Es muy sensato”, dice Reed. “Nos gusta eso”.

Hace unos meses, el padre Charlie estaba visitando Ely en el norte de Nevada por asuntos de la iglesia. Se alojó en un hotel casino y jugó en las tragamonedas. Durante la noche, sufrió un derrame cerebral que afectó gravemente su vista.

Luego, alrededor de Halloween, el padre Charlie tropezó con una bolsa de libros en su casa y se dislocó el hombro derecho, dañando un nervio que le causó la pérdida de toda sensibilidad en su brazo y mano. Lleva un cabestrillo y no sabe si volverá a sentir algo.

Amigos y feligreses se han reunido alrededor de su sacerdote. Como el padre Charlie no puede conducir, ahora lo llevan trasladan por la ciudad, incluyendo visitas a docenas de residentes enfermos cada lunes.

Los muchachos le compraron un reloj con números agrandados para sus ojos dañados. Otra característica les avisa automáticamente si sufre otra caída.

Gelhaus y Serrano cimentaron su amistad con el padre Charlie hace años cuando tomaron habitaciones en su casa de Las Vegas, convirtiendo lo que el sacerdote había considerado un refugio personal en una casa de acogida para solteros. Aún así, el hombre mayor siempre estaba lleno de buen ánimo y consejos paternales, decían, y nada de eso “sonaba a sermón”.

A cambio, ayudaron a un sacerdote de ojos muy abiertos y, sin embargo, algo protegido a experimentar la vida fuera de su rebaño religioso. Insistieron en llamarlo por su nombre de pila, diciendo que era Charlie mucho antes de ser el padre Charlie.

Con los muchachos, el padre Charlie también bebió su primera cerveza y un shot de kamikaze, montó su primera montaña rusa en Disneylandia y compró su primer teléfono celular. A su vez, les aconsejó sobre las novias, y una vez envió un mensaje de texto a Gelhaus que lo instaba a “corre de la cama a la chica que está a tu lado y llámame”.

En un momento dado, después de una serie de percances en los que Gelhaus rompió el control remoto del televisor, perdió un costoso dispositivo GPS y luego se tropezó con la presentación de sus declaraciones de impuestos, un frustrado padre Charlie gritó: “Eres el hijo que nunca quise”.

La frase se quedó. Gelhaus ahora llama al sacerdote “Pa”.

Serrano siempre se burlaba del sacerdote por su “complejo de Dios” y, en un sermón, el padre Charlie dijo que esperaba que nunca perdiera la vista porque quería ver la mirada sarcástica en el rostro de Serrano cada vez que hablaba del Señor.

Pero ahora ha sucedido, y el rebaño se preocupa.

Por años, la voluntaria de la iglesia Bernadette Thompson ha dado al padre Charlie galletas hechas en casa, barras de Rice Krispies y pastel de piña. Ahora, no sabe qué hacer.

“Nos preocupamos por él”, confesó.

El padre Charlie está más preocupado por los demás. Cuando un banco de alimentos necesitaba abrigos de invierno para los desamparados, él hizo el llamado. En cuestión de horas, llegaron 220 abrigos.

“No podríamos sobrevivir sin él”, afirmó Sandy West, la coordinadora de voluntarios del grupo.

Por ahora, el sacerdote persevera por encima de sus dificultades de salud. Después de una misa reciente, se paró en el vestíbulo del casino, usando su mano izquierda sana para saludar a los feligreses. Algunas mujeres se acercaron para abrazarlo. Los hombres bromeaban.

“Padre Charlie, tiene que encontrar otro lugar para ese cabestrillo”, dijo uno, señalando el bulto en las vestiduras. “¡Parece que está embarazado!”

Eso también lo hizo reír.

Las misas en el casino ahora tiene una nueva característica, algo que no es obra suya ni petición suya. Junto con un llamado para recordar a los enfermos y encerrados, el lector laico pide a los feligreses que recen por la vista y el brazo herido del padre Charlie.

Es entonces cuando un murmullo de preocupación se extiende entre la multitud de la iglesia del casino.

Visit the Los Angeles Times at www.latimes.com