Ella en cuarentena, él bajo arresto de ICE y el bebé está por llegar

Tribune Content Agency

MINNEAPOLIS — Malerie Corona se despierta al mediodía. No es su costumbre, normalmente es una persona madrugadora. Pero últimamente no ha estado durmiendo muy bien. Anoche se pasó mirando al techo, llorando y preocupándose por Alexis.

Caminó hasta la cocina y se sirvió un tazón de cereal. No tiene mucha hambre. No ha tenido apetito durante semanas. Pero debe alimentarse por el bebé.

¿Estará Alexis allí cuando nazca el bebé? Esta pregunta la persigue. La hunde en la depresión. Se retira a su habitación, donde pasará horas encerrada en una oscuridad psíquica, ignorando los ruegos de su madre para que salga.

“Sé que no debería llorar, pero es todo lo que puedo hacer”, confesó. “Especialmente estando embarazada. No puedo controlar mis emociones”.

Desde que llegó la pandemia, la vida de Malerie, de 22 años, se ha visto alterada sísmicamente. Comenzó el 9 de marzo, cuando los primeros residentes de Minnesota dieron positivo para COVID-19 y cuando los agentes de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos (ICE, por su sigla en inglés) arrestaron a su prometido, Alexis Gómez-Galeana. Luego, llegó la orden del gobernador de quedarse en casa, enviando a Malerie a la auto cuarentena. Ahora está embarazada de ocho meses y se aloja con su madre en Prior Lake, a 50 millas de distancia de Alexis.

Alexis, de 24 años, es un boxeador profesional que ha vivido la mayor parte de su vida en Minneapolis. Vino aquí desde Acapulco, México, hace 20 años, cuando tenía cinco años. Su estatus legal de inmigración bajo la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por su sigla en inglés), expiró en 2017. Solicitó una visa U en 2015, la cual podría abrirle un camino hacia un estatus legal permanente, pero el atraso es tan grande que todavía está esperando. Él y Malerie dicen que planeaban casarse este verano, lo que le habría permitido a Alexis solicitar una tarjeta verde.

Al menos ese era el plan antes de que todo esto cambiara.

Ahora Alexis es parte del “Sherburne 62”, un grupo de inmigrantes detenidos en la cárcel del Condado de Sherburne que luchan por su liberación antes de que el COVID-19 invada al centro de detención. En documentos de la corte federal, argumentan que las cárceles son “incubadoras perfectas” para el virus mortal y piden que se les ponga en vigilancia domiciliaria a la espera de sus fechas de juicio. ICE no hizo comentarios para este reportaje. Pero en una audiencia judicial telefónica la semana pasada, el abogado de Seguridad Nacional David Fuller declaró que la cárcel de Sherburne está yendo más allá de lo necesario para mantener a los internos seguros, aislando a los detenidos en celdas individuales para permitir el distanciamiento social, proporcionándoles tapabocas y utilizando limpiadores adicionales para sanitizar las instalaciones. “Los detalles de lo que se ha hecho aquí son realmente diferentes a cualquier instalación que yo haya visto”, destacó Fuller.

Es probable que un magistrado federal tome una decisión sobre el caso esta misma semana.

En todo el país, la pandemia ha traído una nueva urgencia a las batallas de derechos civiles sobre los derechos de los inmigrantes y el encarcelamiento masivo.

Desde que el virus llegó a la Rikers Island de la Ciudad de Nueva York a mediados de marzo, ha infectado a más de 365 reclusos actualmente encarcelados, junto con más de 900 empleados de correccionales y personal médico, según datos sobre las cárceles del 20 de abril. “Esa tasa de crecimiento explosivo es lo que veremos en muchos (si no todos) los casos en que el coronavirus se encuentre tras las rejas”, expuso Homer Venters, ex director médico del sistema penitenciario de la Ciudad de Nueva York. “No es algo que se pueda detener”.

Estos graves pronósticos llevaron a los jueces de inmigración a pedir el cierre de sus tribunales a principios de este mes. “Reunirse en persona, en condiciones de hacinamiento, es completamente inaceptable”, señaló la jueza estadounidense Ashley Tabaddor, presidenta de la Asociación Nacional de Jueces de Inmigración. “Los Tribunales de Inmigración abiertos son un ejemplo de lo que no se debe hacer”.

Para Malerie, cuya fecha de parto está a pocas semanas, el problema es menos complicado y no es político.

“Esto es muy estresante y duro, estar en cuarentena y no tener a tus seres queridos cerca para que sepas que están a salvo”, agregó. “Él está encerrado, y Dios sabe lo que esté pasando en ese lugar”.

“¿Es en serio?”

Malerie nació a dos mil millas de Alexis, en un pueblo del sur de California llamado Downey, en las afueras de Long Beach. Cuando tenía 11 años, su familia se mudó a Savage, Minnesota, en busca de un lugar más asequible para vivir. Su padrastro trabajaba como técnico de neumáticos; su madre trabajaba en una gasolinera.

Conoció a Alexis a través de amigos comunes, al sumarse a reuniones grupales en Valleyfair y el Mall of America. Malerie recuerda haberlo visto bajo el sol del verano, con sus ojos marrones brillantes. “Su sonrisa me hizo sonreír”.

A Alexis le gustaba que Malerie fuera tímida como él. También entendía su pasión por el boxeo, y el compromiso de tiempo que su entrenamiento requería. Alexis se estaba preparando para convertirse en profesional en ese momento. Malerie lo acompañaba para verlo entrenar en el gimnasio Circle of Discipline en la calle E. Lake en Minneapolis.

Alexis le hablaba de matrimonio, pero Malerie nunca supo si era en serio. La primera pseudo-propuesta llegó mientras veían una película romántica, y ella pensó que tal vez él se había dejado llevar por las emociones que transmitió la película.

Pero Alexis se puso eufórico cuando el dolor de estómago de Malerie resultó en náuseas matutinas.

“Está bromeando, ¿verdad?”, recordó Alexis haberle preguntado al doctor. “¿Es en serio?”

“Me estaba pellizcando”, comentó en una entrevista telefónica.

El bebé trajo un nuevo propósito para Alexis y Malerie. Alexis tenía un récord de 2-0 desde que se hizo profesional, y planeaba abrir un negocio de jardinería. Un día se arrodilló y le propuso matrimonio a Malerie, prometiéndole que le compraría un anillo cuando pudiera ahorrar suficiente dinero.

En marzo, Alexis acudió a la corte del Condado de Scott para una audiencia por cargos de conducir sin licencia. Malerie lo acompañó. Cuando entraron en el edificio, un grupo de hombres estaba esperando. Agarraron a Alexis y lo obligaron a salir por la puerta y a entrar en un coche, según Malerie.

“Yo estaba llorando”, confesó. “Me decían que me callara, y yo les decía que él era mi prometido. Necesitaba saber qué está pasando”.

“Solo podía recordar su voz diciendo: ‘¡Malerie, ayúdame!'”

Cuarentena y cárcel

Cuando Alexis arribó a la cárcel de Sherburne, se enteró de que había sido acusado de presencia ilegal en Estados Unidos y de sospecha de tráfico de estupefacientes. Este último cargo se basaba en un incidente ocurrido en febrero de 2018. Un agente de policía encontró a Alexis y a su primo estacionados en una camioneta que olía a marihuana. El oficial descubrió una pistola y dos básculas digitales con residuos de marihuana en la mochila de Alexis.

Su primo declaró más tarde en una declaración jurada que el contrabando no era de Alexis. Habían estado en una fiesta en un hotel la noche anterior, dijo, y un amigo quiso poner los artículos en la mochila del primo para “guardarlos”, pero cometió un error y tomó la mochila de Alexis en su lugar.

En julio de 2018, los fiscales retiraron los cargos por drogas y armas, y Alexis se declaró culpable del delito de alteración del orden público.

Pero ahora la acusación había regresado para perseguirlo. Esta vez, puede costarle ser testigo del nacimiento de su hijo. Podrían deportarlo a una región peligrosa de México que, según él, le es completamente ajena.

“Me crié básicamente en el sur de Minneapolis, Minnesota. Me enorgullece eso”, recalcó.

Malerie no pudo visitar a Alexis en la cárcel porque el Condado de Sherburne suspendió las visitas en persona debido a la pandemia. Ella y Alexis comenzaron a hablar por teléfono todos los días. Ella le dijo que el bebé patea cuando oye su voz.

Esperando

Un día, a Malerie le comenzó a doler el estómago.

Llamó al hospital, preocupada por si algo le pasaba al bebé. La enfermera le comentó que probablemente era estrés debido a todas las noticias del COVID-19 (muchas mujeres embarazadas lo estaban experimentando) y le aconsejó que bebiera un vaso de agua fría y se acostara de lado. Malerie no le contó a la enfermera que la verdadera razón por la que está estresada es porque el padre del bebé está en la cárcel.

“Es como si cada día sintiera que no puedo respirar”, reveló. “No sé qué hacer”.

El 1º de abril, el abogado de Alexis, Jason A. Nielson, argumentó que el gobierno carecía de pruebas para apoyar el cargo de tráfico de drogas, que se basaba en el caso desestimado de 2018.

“Él estaba organizando su vida”, señaló Nielson. “Tal vez fue un poco inmaduro a veces con las decisiones del pasado, pero ahora tiene estructura en su vida. Tiene un bebé en camino. … No es realmente El Chapo Segundo”

El juez accedió a desestimar el cargo de drogas. Alexis está detenido sin fianza por el segundo cargo y comparecerá ante el tribunal el miércoles.

Mientras tanto, Nielson anunció que planea volver a solicitar el estatus DACA para Alexis. Nielson también ha tratado de organizar una boda mientras Alexis está en custodia. Por lo general, es un simple procedimiento realizado en Fort Snelling. Pero como el ICE suspendió el transporte de prisioneros debido al virus, sus solicitudes han sido denegadas.

Si la petición civil de Alexis y de Sherburne 62 es concedida esta semana, él y Malerie planean casarse inmediatamente.

Mientras tanto, Malerie yace en su habitación esperando.

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