A medida que los suicidios juveniles aumentan, los padres angustiados empiezan a hablar

Tribune Content Agency

Alec Murray tenía 13 años. Le gustaba acampar, pescar y esquiar. En su casa, lo suyo eran los videojuegos, las películas y los libros. Habiendo completado la secundaria con buenas calificaciones, esas notas le harían ganar un iPhone para su próximo cumpleaños.

En cambio, se suicidó el 8 de junio, el primer día de las vacaciones de verano.

Caleb Stenvold tenía 14 años. Era un estudiante de primer año de preparatoria en el programa de dotados y talentosos. Corría en pista y jugaba de esquinero defensivo en el equipo de fútbol americano de su escuela. Apenas a dos meses de entrar en la preparatoria, y cuatro meses después del suicidio de Alec, Caleb se suicidó el 22 de octubre.

Los adolescentes, ambos de Reno, Nevada, no se conocían. Pero ahora sus familias sí, unidas por sus pérdidas. Sus padres están obsesionados por lo que no entienden: el por qué.

Ellos, junto con expertos en salud mental, líderes escolares e investigadores, están tratando de entender por qué el suicidio de niños de 10 a 14 años de edad ha ido en aumento. La tasa de suicidio para ese grupo de edad casi se triplicó entre 2007 y 2017. Los datos recién publicados para 2018 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) muestran un aumento del 16 por ciento con respecto al año anterior.

Mientras que los expertos señalan una gran cantidad de explicaciones para el alarmante aumento, las pruebas científicas sobre la causa no son concluyentes. Algunas investigaciones muestran correlaciones con el uso de las redes sociales, el ciberacoso y el internet, pero los estudios que los citan como causa de suicidio son menos decisivos.

Los padres de Caleb y Alec creen que la impulsividad, muy común en los adolescentes porque sus cerebros no están completamente desarrollados, jugó un papel en sus suicidios.

Kerri Countess, la madre de Caleb, llamó a su suicidio “totalmente inesperado e inimaginable”. Era el más joven de sus cinco hijos.

Paige Murray indicó que su hijo Alec “no mostraba signos de angustia mental, depresión o ansiedad”.

“Creemos que fue un acto increíblemente impulsivo por parte de un joven hormonal”, aseveró, señalando que las calificaciones estelares de Alec fueron publicadas en línea el día de su suicidio.

Los expertos sugieren que nuestra cultura de celebridades, en la que los pensamientos suicidas a veces son romantizados o normalizados, también juega un papel. Los padres de Alec y los padres de Caleb dicen que deben hablar y advertir a otras familias.

Cuando Caleb murió, “queríamos que todo el mundo supiera que se había suicidado porque si le pudo pasar a mi hijo que no fue acosado y no encajaba en las razones por las que la gente se suicida, le puede pasar a cualquiera”, indicó Countess. “Fue un acto impulsivo e inmaduro”.

Amy Kulp, directora ejecutiva del Centro Nacional para la Prevención del Suicidio Juvenil, con sede en Washington, D.C., explicó que los jóvenes, en particular, “tienen muy pocas experiencias para lidiar con los factores estresantes externos” y “tienden a ser bastante impulsivos”.

“Si sufren un suceso precipitado como ser acosados o no ser incluidos en un equipo o que un amigo deje de hablarles o que haya algo en las redes sociales de lo que se avergüencen”, dijo, “no saben que lo superarán”.

Kulp indicó que el aumento del suicidio entre los adolescentes más jóvenes ha generado programas de prevención dirigidos a los estudiantes de primaria y secundaria, que enseñan cosas como resiliencia, bienestar, autocuidado y conductas de afrontamiento.

La psicóloga Mary Alvord destacó que ha estado atendiendo a “niños cada vez más jóvenes” en sus consultas.

“Ahora, a los seis, siete y ocho años, veo a niños con depresión”, afirmó Alvord, de Rockville, Maryland. “Solía ser que los intentos de suicidio eran más en la preparatoria. Ahora, veo más suicidios consumados en la secundaria e incluso en los últimos años de la primaria”.

Los datos de los CDC ilustran “un aumento constante y consistente”, que “merece nuestro enfoque y nuestra atención”, subrayó la especialista en estadística de los CDC, Sally Curtin. “Es lineal y ha subido cada año desde 2010”.

Los CDC también supervisan los intentos de suicidio y las lesiones autoinfligidas, basándose en los datos de las salas de emergencia. El informe más reciente de los CDC publicado el 31 de enero encontró que desde 2001 a 2016 dichas visitas para los mayores de 10 años aumentaron en un 42 por ciento, con “aumentos sustanciales en los grupos de edad más jóvenes”.

Durante el periodo de estudio más reciente, de enero de 2017 a diciembre de 2018, esas visitas aumentaron más del 25 por ciento. En el caso de las niñas de 10 a 14 años, los datos de 2009 a 2015 reflejan un aumento de casi el 20 por ciento en las visitas a la sala de emergencias por lesiones autoinfligidas.

Los jóvenes de hoy en día están mucho más familiarizados con la muerte, recalcó Jonathan Singer, presidente de la junta directiva de la Asociación Estadounidense de Suicidología, sin fines de lucro, citando más de 20 años de tiroteos masivos en las escuelas entre las razones.

“La muerte se ha hecho pública”, aseveró. “Con Internet y las redes sociales, cuando alguien muere, está en todas las noticias. Cientos de millones supieron en minutos que Kobe Bryant había muerto. La muerte es mucho más parte de su generación”.

Entre los que tratan de invertir la tendencia se encuentra la Asociación Nacional de Consejos Estatales de Educación, con sede en Alexandria, Virginia, que examinó el año escolar 2017-2018 y determinó que 25 estados y el Distrito de Columbia exigían o alentaban a los distritos escolares a elaborar políticas de prevención del suicidio.

De acuerdo con la revisión de políticas de la organización, la autora Megan Blanco dijo que solo tres de los 10 estados con las tasas más altas de suicidio juvenil (entre los 10 y 24 años) tenían una política de prevención de suicidios. La tasa de suicidio juvenil de Nevada, donde vivían Alec y Caleb, es de 14.4 muertes por cada 100 mil habitantes, lo que supera el promedio nacional de 10.6 muertes por cada 100 mil habitantes. Nevada no estaba entre los 25 estados con una política de prevención, afirmó.

Alvord, la psicóloga, ha llevado a cabo programas para promover la conciencia del suicidio como un esfuerzo conjunto de la National PTA y la Asociación Psicológica Estadounidense (APA, por su sigla en inglés). También ayudó a la APA a desarrollar consejos en línea para que los padres hablen con sus adolescentes sobre el suicidio.

El doctor Kenneth Ginsburg, pediatra y especialista en medicina adolescente del Children’s Hospital de Filadelfia, fue cofundador del Center for Parent and Teen Communication.

“Nunca es un error preguntarle a una persona sobre sus emociones o si (alguien debería) preocuparse por ellas”, dijo.

“La gente cree que la depresión siempre se ve como tristeza”, enfatizó Ginsburg. “Aunque la tristeza es una pista muy importante, la depresión adolescente puede presentarse con irritabilidad, rabia o enojo, en lugar de solo tristeza. Los síntomas físicos como los dolores de cabeza, la fatiga, el dolor de vientre, los mareos, la pérdida de peso, son todos ellos elementos que pueden presentarse como problemas de humor o depresión. Los padres podrían pasar por alto esas señales”.

El día después de su muerte, los padres de Caleb buscaron respuestas en su teléfono y en su computadora, pidiendo a su hijo Matthew, entonces de 16 años, que indagara en el historial de Caleb en la secundaria en busca de posibles pistas. Encontraron una cosa: una búsqueda de “suicidio” el día anterior a cuando Caleb se colgó.

Nadine Kaslow, profesora de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Facultad de medicina de la Universidad de Emory en Atlanta, sugiere que los padres deben darse cuenta de que los niños se comunican de manera diferente hoy en día y que cualquier idea de prohibir las redes sociales o los teléfonos no es realista ni sensata.

“Los padres con frecuencia se enojan con los niños porque están enviando mensajes de texto o viendo Instagram o chateando”, dijo. “Me preocupa que los niños no hagan esas cosas. Si dejan de hacerlo, no se divierten”.

Jean Twenge, profesora de psicología de la Universidad Estatal de San Diego y autora del libro “iGen”, tiene una visión más oscura de los efectos del consumo de los medios de comunicación y la tecnología, basada en su investigación. Los estudios publicados en varias revistas en los últimos años, entre ellas el Journal of Abnormal Psychology, Psychiatric Quarterly y Sleep Medicine, encontraron conexiones perjudiciales entre el omnipresente teléfono inteligente, las redes sociales, los trastornos del sueño y la depresión.

La madre de tres hijos (incluyendo uno de 13 años) cree que la tecnología no debería estar en la habitación de un niño durante la noche, y no cree que nadie de 10 a 14 años “necesite absolutamente un teléfono inteligente”.

Twenge señaló que es difícil determinar una razón diferente a la tecnología para el pico de suicidios en los últimos años.

“Los teléfonos y los smartphones comprueban todas posibles causas”, enfatizó. “Es algo que ha afectado a un gran número de personas y a su vida cotidiana. Es difícil pensar en cualquier otra cosa que se ajuste a esos criterios”.

Tal vez el análisis más significativo que apoya las preocupaciones de Twenge apareció este mes en la Revista de la Asociación Médica Canadiense. La evidencia de estudios transversales, longitudinales y empíricos “implica el uso de los teléfonos inteligentes y las redes sociales en el aumento de la angustia mental, el comportamiento de autoflagelo y el la actitud suicida entre los jóvenes”. En el análisis también se determinó que las redes sociales “pueden afectar a la autoestima y las relaciones interpersonales de los adolescentes mediante la comparación social y las interacciones negativas, incluido el acoso cibernético; además, el contenido de las redes sociales suele entrañar la normalización e incluso la promoción de las autolesiones y el suicidio entre los jóvenes”.

Un informe del Centro de Investigación Pew sobre el ciberacoso publicado en 2018 encontró que el 56 por ciento de los jóvenes de 13 a 14 años habían sufrido ciberacoso; más de un tercio dijo que habían sido víctimas de insultos ofensivos o de falsos rumores.

Sus padres dijeron que ni Alec ni Caleb fueron acosados. Pero muchos otros sí.

“No sabemos si el acoso es la causa, o si los niños que están deprimidos son mejores objetivos para un acosador”, dijo Justin Patchin, codirector del Centro de Investigación del Acoso Cibernético.

Henry Kautz, profesor de ciencias informáticas de la Universidad de Rochester en Nueva York, ve una dinámica similar con la tecnología.

“La gente se ha apresurado a señalar los estudios que muestran aumentos en el tiempo de pantalla y aumentos en la depresión. Pero no está realmente claro qué dirección toma la causalidad”, dijo. “¿Las personas que son intimidadas y aisladas buscan refugio en más tiempo tras las pantallas o al revés?”

Los padres de Alec y Caleb están pasando de la culpa a la acción. Los Murray están trabajando con el Hospital de Salud Mental de Reno y otras agencias para coordinar mejor la prevención del suicidio local. Los padres de Caleb crearon Forever14.org, un sitio web dedicado a promover la conversación y la conexión humana para prevenir el suicidio de adolescentes. Han presentado el papeleo para crear una organización sin fines de lucro con la misma misión.

“No pienses que son demasiado jovenes para hablar con tus hijos sobre si podrían sentir ganas de hacerse daño. Puede que pienses que tienes tiempo para decírselo, pero no puedes volver atrás”, sugirió el padre de Caleb, Storm Stenvold. “No sé qué dolor tuvo durante ese tiempo por el que sintió que necesitaba hacer esto. Se decidió por esto muy rápidamente. Rara vez estaba solo. Estuvo en casa menos de tres horas solo ese día”.

Paige Murray está de acuerdo, por lo que ella y su marido, Lee, dijeron que no iban a guardar silencio sobre el suicidio de Alec.

“Toda familia necesita tener una conversación sobre el suicidio con sus hijos, empezando desde muy pequeños. No simplemente saquen el tema a los 10 años”, recomendó. “Debería ser parte de la conversación diaria sobre amarte a ti mismo y asegurarte de que mañana sea otro día. Asegúrate de que se convierta en parte del conocimiento diario”.

“Esta no fue una conversación que entrara en nuestra casa hasta el 8 de junio, pero sabiendo lo que sabemos ahora, debería serlo. Nos sorprendió”, concluyó Lee Murray. “Es en retrospectiva. Pudimos haberlo hecho mejor, pero ¿cómo lo sabes?”

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