Las muertes relacionadas con el alcohol aumentan. Y volver a la sobriedad conlleva desafíos únicos para las mujeres.

Tribune Content Agency

Jessica Foody no tocó fondo de la manera estereotípica, pero las señales estaban presentes.

Al acercarse a los 30 años, esta mujer de Chicago (que ahora tiene 33), tenía un empleo estable como enfermera y parecía ser una típica profesional exitosa, excepto cuando bebía.

Foody dijo que no podía detenerse tras una sola copa de vino y que usaba el alcohol para sofocar la ansiedad paralizante con la que había luchado desde la infancia. Una copa se convertía en dos, luego en tres y más. Algunas mañanas, se despertaba sin saber lo que había pasado la noche anterior.

“Era como la ruleta rusa, no sabía cómo terminaría”, confesó. “No pasó nada malo, solo me estaba alejando cada vez más de la mujer que quería ser”.

Foody finalmente decidió dejar de beber después de leer un artículo que la inspiró a abandonar la bebida por un año. Tuvo éxito en el desafío, pero volvió al alcohol justo después de concluir el año. Foody ahora dice que no tuvo suficiente apoyo del que era adecuado.

Parte de ello, indicó, era que no conocía a ninguna otra mujer sobria de su edad. No fue hasta que conoció a otras mujeres en recuperación que tuvo éxito en su sobriedad.

“La primera vez que compartí abiertamente mis luchas fue con otras mujeres”, relató. “Es algo muy importante para las mujeres ser abiertas sobre su recuperación”.

La preferencia de Foody no es inusual. Los expertos en adicciones dicen que las mujeres en recuperación a menudo tienen necesidades y obstáculos diferentes a los de los hombres, y adaptarse a ellos es importante en un momento en el que las investigaciones muestran que las mujeres están bebiendo más y en mayores cantidades. Hay mucho en juego: Un informe publicado recientemente por el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo muestra que las muertes relacionadas con el alcohol en los EU en general están aumentando, sobre todo entre las mujeres.

“Durante muchos, muchos años, hasta los años 90 y la década del 2000, casi todas las investigaciones en los campos de las drogas y el alcohol se centraron en los hombres”, reveló la doctora Kathleen Brady, psiquiatra de adicciones de la Universidad Médica de Carolina del Sur, quien estudia las diferencias de género en el tratamiento del uso de sustancias. “El género es un tema importante. Realmente tenemos que buscar diferencias específicas de género” dentro de los programas de tratamiento tradicionales.

Esas diferencias para las mujeres incluyen la dificultad para compartir sus vivencias en grupos mixtos, un mayor riesgo de problemas psiquiátricos como la depresión o la ansiedad con la adicción, así como más desafíos logísticos para el tratamiento, como el cuidado de sus hijos. Las mujeres también son más propensas a tener una pareja que tenga un problema de uso de sustancias, señaló Brady, lo cual es problemático para la sobriedad.

Aunque todo el mundo necesita la evaluación de un profesional capacitado en adicciones, así como programas de tratamiento hospitalario para aquellos que sufren de una adicción severa, Brady comentó que es importante que los profesionales creen planes de tratamiento individualizados. Lo que funciona para algunos podría no funcionar para otros, aseveró.

Para muchas mujeres, eso podría significar buscar grupos de terapia de un solo género en los que se sientan más cómodas compartiendo, sobre todo cuando se trata de un trauma, explicó Brady.

Las mujeres tienden a entenderse mejor en un ambiente de un solo género, y se identifican con los sentimientos de vergüenza o las dificultades para lograr la sobriedad, destacó A’nna Jurich, directora ejecutiva del centro de tratamiento de la Gateway Foundation en Carbondale. Al reconocer esto, el centro de tratamiento sin fines de lucro abrió el otoño pasado “Her Story”, un programa de hospitalización solo para mujeres que se enfoca en abordar el abuso de sustancias, junto con el tratamiento del trauma.

Las mujeres no solo evitan o retrasan el tratamiento porque no pueden estar lejos de sus hijos, sino que también se sienten demasiado avergonzadas para admitir que tienen un problema, afirmó. Un ambiente amigable entre otras mujeres que las entienden puede ayudar.

“Las mujeres cargan demasiado sobre sus hombros. Las mujeres escuchan mucho el ‘cómo puedes hacer esto cuando tienes hijos’. Escuchan mucho esos mensajes”, aseguró Jurich. Los padres, sin embargo, escuchan “eres un buen papá por haber venido”.

Tener un lugar donde las mujeres pueden compartir abiertamente y ser vulnerables es un componente clave para la sobriedad, argumentó.

La compañía de otras mujeres inspiró a Foody a dejar de beber la segunda vez. Se había inscrito en un retiro de yoga de una semana en México para mujeres en cualquier tipo de recuperación. Aunque Foody dijo que inicialmente se inscribió por su ansiedad, no por la bebida, cuando llegó, se sorprendió al descubrir que todas las demás asistentes eran mujeres sobrias.

Dijo que fue revelador, y que no ha tomado un trago desde entonces (más de dos años y medio).

Estar rodeada de otras mujeres sobrias “me hizo querer lo que ellas tenían”, destacó Foody. Así que cuando regresó del retiro, Foody decidió buscar eso y formó su propio grupo local de mujeres sobrias para compartir su viaje de recuperación.

Eso llevó a Foody a convertirse en una coach de recuperación certificada, que trabaja una a una con mujeres. También dirige un Círculo para Compartir en Ravenswood para “She Recovers”, el grupo que organizó el retiro de yoga que apoya a las mujeres en recuperación.

“Los círculos de compartir significan mucho para mí”, reveló Foody. “Las mujeres pueden no sentirse cómodas yendo a un grupo de 12 pasos. Mi objetivo es que cada mujer salga del círculo de compartir sintiéndose vista y escuchada, y que se sienta con poder”.

“Es difícil para las mujeres ser honestas en grupos con hombres”, advirtió Marissa Kirch, trabajadora social y gerente de servicios de tratamiento de adicciones del Centro Ben Gordon de Northwestern Medicine en DeKalb. “Ser capaz de abrirse es importante para poder alcanzar y mantener la sobriedad”.

Kirch supervisa varios programas en el centro que están específicamente dirigidos a las mujeres, incluyendo un hogar para mujeres que viven sobrias. Otros programas grupales se ocupan de temas que son exclusivos de las mujeres en adicción, como la violencia doméstica, la prostitución, las danzas exóticas y la imagen corporal.

“Lo principal es poder proporcionarles ese espacio para que se abran”, explicó. “En los grupos mixtos, vemos que las mujeres no son tan comunicativas con los traumas, la intimidad y las relaciones”.

Norma, de 59 años, cuyo apellido no se revela porque teme que esto afecte a su empleo, pasó por varios programas de tratamiento pero siempre recaía en el alcohol y las drogas. Luego, hace unos ocho años, encontró un programa solo para mujeres de la Gateway Foundation en Chicago, llamado Aspire. Allí, descubrió el consuelo en la camaradería de las mujeres, así como las herramientas para no solamente enfrentarse a su adicción, sino también al abuso y al trauma que había experimentado a lo largo de su vida.

“Estas son otras compañeras. … Aunque no tenemos exactamente la misma historia, tenemos mucho en común”, recalcó. “Hemos pasado por mucho dolor”.

Confesó que al crecer no tenía a nadie con quien hablar de sus problemas, y que desconfiaba especialmente de las mujeres debido a sus relaciones familiares anteriores y al abuso. Pero en el programa, aprendió a superar eso, afirmó, y encontró que era útil hablar de sus luchas.

Norma también relató que se sentía cómoda con otras mujeres porque la comprendían. “Para una mujer, la sociedad espera mucho de una madre. Creo que los hombres son vistos de manera diferente a las mujeres. No se supone que (la adicción) le pase a una mujer, pero también somos seres humanos”.

Holly Whitaker de Nueva York, de 41 años, autora de “Quit Like a Woman”, escribe que el tratamiento tradicional, incluyendo a Alcohólicos Anónimos (AA), podría no funcionar o ser suficiente para algunos grupos, incluyendo las mujeres.

Explicó que descubrió esto hace varios años, cuando estaba bebiendo unas cuantas botellas de vino por noche, usando marihuana y luchando contra la bulimia. Cuando se dio cuenta de que quería abordar sus adicciones, Whitaker se dirigió primero a su médico y al entorno tradicional de atención médica.

Pero los terapeutas por sí solos no funcionaron para ella, aseveró, y los centros de tratamiento con sus altos precios no estaban cubiertos por su seguro. Whitaker comentó que asistió a las reuniones de AA durante un año, pero que no se sentía cómoda. “Lo intenté; me sentí mal. Pensé que estaba trabajando en contra de mi recuperación”.

Whitaker agregó que se sentía incómoda con la idea de la “impotencia” (parte del primer paso en AA) especialmente como mujer. “No creo que yo sea impotente ante el alcohol”. Más bien, afirmó que sabe que no puede tomar alcohol y elige una vida sin él.

Comentó que entiende el razonamiento del paso y su significado de rendirse a un poder superior, y reconoce que AA funciona para muchas personas. Pero los conceptos definitorios del grupo, los cuales Whitaker escribe en su libro, fueron desarrollados hace décadas por hombres y, por lo tanto, no son ideales para todos.

Un funcionario de información pública de AA declaró que muchas mujeres encuentran consuelo en las reuniones de AA y señaló la creación de la organización en 2018 de materiales específicamente dirigidos a mujeres y algunos para la comunidad LGBTQ, incluyendo historias de cómo otras personas como ellas encontraron ayuda en AA.

Pero Whitaker mencionó que encontró otras maneras de mantenerse sobria sin renunciar a su poder. Eso incluyó la meditación, el uso de afirmaciones positivas y la inscripción en un curso sobre la felicidad. Luego, comenzó a enseñarle a otras lo que funcionaba para ella.

Casi siete años después de su último trago, Whitaker ahora dirige una compañía que ella misma fundó. Tempest es una “escuela de sobriedad” digital, centrada en la mujer. Detalló que es un recurso alternativo y más asequible que ofrece herramientas para ayudar a las participantes a “reexaminar su relación con el alcohol”.

Whitaker añadió que sus prácticas refuerzan la idea de que la recuperación es un viaje.

“Todos queremos reducirlo a ‘y luego fui a rehabilitación y me puse mejor'”, concluyó. Pero “es un proceso largo”.

Visit the Chicago Tribune at www.chicagotribune.com