HOUSTON — Aquí es donde una nación cambia: el auditorio de escuela pública que se sirve también como una verdadera fábrica de ciudadanos.
En el M.O. Campbell Educational Center, donde murales que honran a las artes y a las ciencias adornan las paredes, funcionarios de inmigración de EU realizan de manera rutinaria multitudinarias ceremonias de naturalización. Los inmigrantes aprobados para la ciudadanía entran, hacen un juramento de lealtad y salen como estadounidenses, al igual que como un pequeño ejército de nuevos votantes.
“Nunca será más fácil registrarse de lo que es esta mañana”, dijo el juez de distrito estadounidense Keith P. Ellison, quien presidió una ceremonia el mes pasado, a los dos mil 155 inmigrantes de más de 100 países que acababan de prestar juramento de ciudadanía. “El récord de registros es del 89 por ciento de los que juraron. … Veamos si podemos romper ese récord hoy”.
Amish Soni, un radiólogo de 34 años originario de India que sostenía una pequeña bandera estadounidense, fue uno del 85 por ciento que se inscribió para votar esa mañana, con la ayuda de una voluntaria de la Liga de Mujeres Votantes. “Definitivamente” planea votar en 2020, en parte porque piensa que el sistema de atención médica debe ser optimizado, pero también porque: “no soy un gran admirador de Donald Trump”. Y está lejos de ser el único.
En ceremonias como estas en todo el país, se espera que cientos de miles de inmigrantes reciban su ciudadanía estadounidense y sean elegibles para votar antes de noviembre de 2020, reformando ligeramente (y amenazando) el camino electoral que el presidente Donald Trump debe seguir para ganar la reelección.
En las últimas dos décadas, los inmigrantes naturalizados se han convertido en una fuerza en las urnas, y los Estados Unidos recientemente ha visto a más de 700 mil ciudadanos estadounidenses nacidos en el extranjero cada año.
Los ciudadanos naturalizados, que comparten todos los derechos legales de los ciudadanos por nacimiento (a excepción de la capacidad de convertirse en presidente), emitieron más del 8 por ciento de los votos en las elecciones intermedias de 2018, casi el doble de su participación en la contienda presidencial de 1996, según las Estimaciones de la Oficina del Censo de EU.
Las encuestas muestran que muchos de los nuevos ciudadanos son de tendencia liberal, que es una de varias tendencias demográficas que ayudan a poner a algunos estados históricamente rojos, como Texas, Arizona y Georgia, más cerca del alcance de los demócratas.
Los avances en la fuerza electoral de los inmigrantes han sido graduales. Pero las políticas antiinmigrantes de Trump podrían estar acelerando la tendencia al estimular a más personas a naturalizarse y votar, lo que preocupa a algunos expertos republicanos moderados.
“No son solo ‘malas’ noticias, son extremadamente malas”, opinó Mike Madrid, un consultor republicano con sede en Sacramento que estudia a los votantes latinos. Él piensa que el uso de la retórica antiinmigrante que hace el partido para movilizar a los votantes blancos sin educación universitaria tendrá un alto precio electoral. “Este es un incendio de cinco alarmas”.
Algunos expertos mencionaron que el clima nacional les recordó a California a mediados de la década de 1990, cuando la intensificada retórica contra los inmigrantes y la inclusión en la boleta de la Propuesta 187 para prohibir los servicios para algunos inmigrantes inspiraron a una ola de inmigrantes latinos elegibles para naturalizarse y registrarse para votar.
Ayudó a transformar la casa de Ronald Reagan y Richard Nixon en un bastión demócrata casi impenetrable.
“Los republicanos no aprendieron su lección, y han revivido parte de ese sentimiento anti-latino”, dijo la representante demócrata estadounidense Norma Torres, quien nació en Guatemala y se naturalizó en 1996 para poder involucrarse más en la política.
La campaña de Trump no está de acuerdo.
“Los demócratas se equivocan cuando suponen que todos los inmigrantes piensan de la misma manera”, subrayó el vocero de la campaña, Tim Murtaugh. “Nuestros propios datos muestran que una gran cantidad de inmigrantes legales están de acuerdo con la posición del presidente Trump sobre la aplicación de las leyes de inmigración, porque sienten que si sus familias cumplen con las reglas, otras personas también deberían hacerlo”.
Murtaugh se negó a compartir los datos, pero indicó que los números son la razón por la cual Trump realizó una visita reciente a Nuevo México, un estado que perdió ante Hillary Clinton por más de ocho puntos porcentuales, para cortejar a los votantes latinos.
Las solicitudes de ciudadanía se dispararon en los dos años previos a las elecciones de 2016, lo cual es común antes de una contienda presidencial. Pero en lugar de descender después como de costumbre, el número de solicitudes creció en 2017 a raíz de la victoria de Trump. Las más de 800 mil solicitudes de ciudadanía en 2018 también fueron el mayor número presentado en un año electoral de mitad de periodo en dos décadas.
“Existen estas oleadas en las solicitudes cuando los inmigrantes perciben que es un momento de crisis”, dijo Arturo Vargas, director ejecutivo de NALEO Educational Fund, una organización sin fines de lucro que promueve una mayor participación de los latinos en la vida cívica. “Estamos atravesando un periodo similar en este momento a nivel nacional, en que los inmigrantes se sienten un poco en la mira de la administración Trump”.
Según los datos recopilados por la Campaña de los Nuevos Estadounidenses (una coalición de organizaciones sin fines de lucro), casi un tercio de los inmigrantes estadounidenses que esperaban naturalizarse este año estaban más interesados ??en obtener el poder de votar, la “razón principal por mucho”, enfatizó Melissa Rodgers, directora de programas del Centro de Recursos Legales para Inmigrantes, que dirige la coalición.
La presentación de una solicitud no necesariamente conduce a la naturalización; la tasa de rechazo suele ser de aproximadamente una de cada 10. Los grupos activistas a favor de los inmigrantes se han quejado de que la administración de Trump ha permitido que se acumule un retraso, lo que pone a algunos solicitantes en riesgo de perderse las elecciones de 2020.
Los inmigrantes latinos y asiáticos son adiciones particularmente potentes al electorado, con tasas de participación que a menudo son de cinco a ocho puntos porcentuales más altas que las de sus contrapartes por nacimiento, según las estimaciones del Censo.
Una encuesta realizada en septiembre por Univision, realizada por la firma de investigación Latino Decisions, descubrió que el 81 por ciento de los encuestados latinos naturalizados desaprobaban el trabajo que Trump estaba haciendo como presidente; el 12 por ciento respondió que estaba decidido a votar por Trump en las elecciones de 2020, y el 64 por ciento contestó que planea votar por el eventual candidato demócrata.
“Mucha gente está respondiendo al clima de miedo y división e intimidación general contra las comunidades de inmigrantes y refugiados”, dijo Diego Íñiguez-López, gerente de políticas y campañas de National Partnership for New Americans, una coalición de grupos activistas a favor de los inmigrantes. Este año, la coalición lanzó una campaña para tratar de naturalizar a un millón de nuevos ciudadanos a tiempo para las elecciones de 2020.
Trump ha sido menos impopular con los inmigrantes asiáticos naturalizados, con una aprobación del 38 por ciento y una calificación de desaprobación del 52 por ciento, según un sondeo de 2018 realizado por Asian and Pacific Islander American y AAPI Data. Estos votantes informaron que apoyaron a Hillary Clinton por encima de Trump en un 48 a 28 por ciento.
En las últimas décadas, los estadounidenses de origen asiático en su conjunto, la etnia de más rápido crecimiento en el país, habían estado generalmente más abiertos a apoyar a los republicanos. Pero el grupo diverso se está convirtiendo cada vez más en un grupo demográfico democráticamente confiable, de acuerdo con Karthick Ramakrishnan, profesor de política pública en la Universidad de California, Riverside, quien estudia las tendencias de votación de los asiático-estadounidenses.
“Lo que hemos visto en los últimos dos ciclos electorales es una cristalización o consolidación en las preferencias de votación y cada vez más en las preferencias partidistas también”, reportó Ramakrishnan.
Que un partido agrade es una cosa. Movilizarse para votar es otra. Aproximadamente tres quintas partes de los votantes estadounidenses de origen asiático nacidos en el extranjero encuestados por APIAVote y AAPI Data contestaron que no fueron contactados por el Partido Demócrata o el Partido Republicano antes de las elecciones de 2018.
El idioma puede ser una barrera, y “muchas personas no miran los mismos canales”, lo que hace que las personas sean más difíciles de contactar a través de los medios, expuso la jueza del Condado de Harris, Texas, Lina Hidalgo, quien emigró a EU en 2005 después de huir de Colombia y quien se convirtió en ciudadana estadounidense en 2013. El año pasado, la joven de 28 años estuvo entre los demócratas que barrieron a los republicanos del poder en el condado, donde los inmigrantes representan más de una cuarta parte de la población.
Los políticos necesitan “llegar a las personas donde están”, opinó Hidalgo, quien apareció en la ceremonia del mes pasado para instar a los nuevos ciudadanos a involucrarse en sus comunidades y votar.
A nivel presidencial, el poder de voto de los inmigrantes naturalizados se diluye en gran medida debido al colegio electoral. Los nuevos ciudadanos se instalan más comúnmente en bastiones demócratas como California y Nueva York, donde no se espera que sus votos afecten las próximas elecciones presidenciales.
Junto con Texas, Florida es una excepción clave. El estado que es campo de batalla agrega entre 70 mil y 100 mil ciudadanos naturalizados cada año, con más de 20 mil nacidos en la Cuba comunista, un bloque de votantes más conservador que ha ayudado a los republicanos a mantener tenues mayorías en el estado.
La inmigración es solo una de las varias fuerzas que están remodelando el mapa electoral, como el movimiento de las áreas rurales hacia el Partido Republicano y los movimientos de los suburbios hacia el Partido Demócrata.
Paul Bentz, vicepresidente sénior de investigación y estrategia de HighGround Inc., una firma de asuntos públicos tradicionalmente republicana, dijo que los votantes más jóvenes, los resdientes de los suburbios con educación universitaria y los nuevos residentes de California también están ayudando a empujar a Arizona de rojo a púrpura.
“El presidente tiene grandes problemas en múltiples segmentos, no solo entre los votantes naturalizados”, concluyó Bentz. Agregó que los nuevos votantes tampoco son monolíticos, y que “la aplicación de la ley fronteriza no es el tema número uno de todos los latinos en Arizona”.
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